«Destruir las selvas tropicales para obtener dinero es como usar una obra de arte del Renacimiento para hacer fuego para preparar comida». 

Edward Osborne Wilson (1967) – Biólogo estadounidense

2020 es el año de la primera guerra verdaderamente mundial, no entre países, sino contra un enemigo invisible: el SARS-CoV-2, el coronavirus detrás de la pandemia. Al menos en esos términos se han referido varios jefes de estado para justificar las extraordinarias medidas requeridas para hacerle frente.

Pero a diferencia de la guerra de verdad, esa que enfrenta a hombres contra hombres, la principal arma no fue el cañón sino el aislamiento social, las cuarentenas y las mascarillas. Estas medidas adoptadas en gran parte del mundo lograron así poner el primer freno a la era de la hiperglobalización. No gratis, por supuesto, sino provocando una colosal crisis económica que nadie quería ni tenía previsto atravesar.

Pero al margen de la crisis económica, tema que ha totalizado la discusión pública, hay otro asunto aún más importante en cual me voy a enfocar en este post: la crisis ecológica detrás de la pandemia de coronavirus.

El problema de base se resume en el siguiente párrafo, extraído de un reporte del PNUMA de Julio 2020 sobre el tema:

“la frecuencia con la que los microorganismos patógenos saltan de otras especies animales a las personas está aumentando debido a la insostenibilidad de determinadas actividades humanas. Pandemias como la ocasionada por el brote de COVID-19 son un resultado previsible y pronosticado de la forma en que el ser humano obtiene y cultiva alimentos, comercia y consume animales, y altera el medio ambiente.”

Si no llegas a leer todo el post, y sólo te quedas con lo anterior ya habrás aprendido lo más importante: la insostenibilidad provocada por actividades humanas está relacionada con la aparición de patógenos infecciosos para los humanos.

Al final del mismo espero haber logrado el objetivo de mostrarte cómo se unen las piezas de la no tan obvia relación entre medio ambiente, patógenos y actividades humanas. ¿Empezamos?

Índice

  1. Sobre las enfermedades zoonóticas. Un camino de animales a dioses
    • ¿Qué son?
    • Enfermedades zoonóticas emergentes
    • Las enfermedades zoonóticas no deben despreciarse
  2. El cóctel generador de pandemias. Los 7 ingredientes principales
  3. En busca de las zonas calientes
  4. BOX – Un comentario sobre los mercados húmedos
  5. La famiglia de los coronavirus y el origen del SARS-CoV-2
    • Qué/quién es el SARS-CoV-2?
    • Teorías sobre el origen
    • Hipótesis 1 – Selección natural en huésped animal
    • Hipótesis 2 – Selección natural en humanos
  6. Un fenómeno esperable
  7. Conclusión
  8. Referencias

Sobre enfermedades zoonóticas. Un camino de animales a dioses

¿Qué son?

Empecemos por los patógenos. Existe un grupo de ellos, principalmente virus y bacterias, que proviene del mundo animal. Por distintos motivos que veremos luego, estos son capaces de pasar rápidamente al mundo humano, transformándose y provocando enfermedades que ponen en riesgo la vida de las personas junto con el funcionamiento de los sistemas socioeconómicos.

La interacción entre animales y hombres no solo es frecuente sino también inevitable. Esto hace que la probabilidad de que un patógeno infeccioso traspase del mundo animal al mundo del hombre sea considerable.

Cuando esto ocurre, existe una manera específica de nombrarlo: zoonosis o enfermedad zoonótica. Este término es usado para referirse a cualquier enfermedad o infección transmitida de animales a humanos. Aquí vale la pena hacer una sutil aclaración. También podríamos decir que la transmisión es de animales no humanos a animales humanos ya que, debo recordarte, vos y yo pertenecemos al reino animal y no al de los dioses (aunque nos comportemos como tales).

Para mayor claridad, el importante concepto de zoonosis lo podemos representar de la siguiente manera:

Zoonosis - coronavirus
Riesgo de Zoonosis: transmisión de animal a animal, y de animal a humanos. Fuente: The loss of nature and the rise of pandemics (WWF).

Las enfermedades zoonóticas comprenden un diverso grupo de infecciones, que pueden ser causadas por bacterias, hongos, priones y, desde luego, por virus (me encantaría, pero no existe la palabra “viruses”).

Probablemente no lo sabías, pero muchas enfermedades famosas y que seguramente hayas escuchado nombrar son zoonóticas, tales como:

  • rabia
  • leptospirosis
  • malaria
  • dengue
  • ántrax
  • virus de Nipah
  • SARS – síndrome respiratorio agudo grave
  • MERS – síndrome respiratorio de oriente medio
  • fiebre amarilla
  • gripe aviar
  • enfermedad de Lyme (muy frecuente en países desarrollados del hemisferio norte)
  • Dengue
  • VIH – Virus de Inmunodeficiencia Humana
  • Ébola
  • Chikungunya
  • Y el ahora célebre SARS-CoV-2, responsable de la pandemia de coronavirus.

Enfermedades zoonóticas emergentes

Una subcategoría importante son las enfermedades zoonóticas emergentes. A diferencia de las no emergentes, las emergentes son aquellas capaces de aumentar rápidamente su incidencia o alcance geográfico. Si bien la mayoría de las enfermedades nuevas no son tan letales ni se propagan ampliamente, otras sí lo hacen y provocan enormes impactos. A esta categoría pertenecen el VIH (que causa el sida), la gripe aviar, el ébola y los coronavirus.

Las enfermedades zoonóticas no deben despreciarse

Uno podría pensar que esto de las zoonosis es un tema interesante para el que le gusten las ciencias naturales, pero sin importancia para un inocente músico de Buenos Aires que se gana la vida tocando en vivo. ERROR.

Las enfermedades zoonóticas no son para nada despreciables, y cuando efectivamente ocurren brotes son capaces de provocar muchas muertes, costar muchísimo dinero y alterar el día a día de muchas vidas, incluso la del músico de Buenos Aires. Por eso, sorprenden en varios aspectos:

  • Cada año se producen alrededor de mil millones de casos de enfermedades de este tipo y millones de muertes en todo el mundo.
  • De 1.415 especies de organismos infecciosos para seres humanos conocidos:
    • 868 (61%) son zoonóticos, es decir, pueden transmitirse entre humanos y animales.
    • Otras 175 especies patógenas están asociadas a enfermedades consideradas «emergentes«. Dentro de este subgrupo, 132 (75%) son zoonóticos.
  • En general, los patógenos zoonóticos tienen el doble de probabilidades de estar asociados con enfermedades emergentes que los patógenos no zoonóticos.
  • Además, es más probable que los patógenos emergentes que causan enfermedades sean virus por sobre cualquier otro tipo de patógeno. También es más probable que tengan una amplia gama de huéspedes.
  • La ruta de transmisión de un gran número de patógenos humanos (tanto zoonóticos como no zoonóticos) es aún desconocida, por lo que no sabemos exactamente cómo puede ocurrir el “desborde” o contagio a humanos.
  • En las últimas décadas, las enfermedades emergentes de origen zoonótico han tenido costos directos de más de 100 mil millones de dólares.
  • Se estimó que si alguno de los brotes importantes que ocurrieron se hubieran convertido en pandemias humanas, las pérdidas habrían ascendido a varios billones de dólares.

¿Quieres conocer más acerca de la zoonosis más letal de la historia? Haz click aquí.

El cóctel generador de pandemias. Los 7 ingredientes principales

Por empezar, debemos reconocer que cualquier interacción humana con animales salvajes conlleva el riesgo de contagio con patógenos. Este riesgo aumenta cuando alguno de estos reservorios de patógenos se activa por contacto con humanos, hecho que se conoce como desborde, desbordamiento, propagación o transferencia.

Los patógenos se mantienen “inactivos”, es decir, contenidos y circulando en su circuito natural, siempre y cuando exista una relación equilibrada con los animales huéspedes del mismo. Cuando ese equilibrio se rompe, los patógenos se hacen camino por nuevas vías de transmisión y aumentan así sus chances de convertir al ser humano en su nuevo huésped.

Desde luego todo esto puede ocurrir de forma natural. A fin de cuentas, en algún momento de la historia no había separación entre lo humano y lo animal. Fue con el advenimiento de la agricultura y la organización en ciudades que comenzamos a trazar una frontera entre ambos mundos, no sólo física sino también inmunológica. Sólo con esta lógica el concepto de “desbordamiento” adquiere sentido.

Además del problema del desborde en sí, debemos agregarle otra variable referida a qué tan frecuente esto ocurre. Como resalta el informe del PNUMA al cual hice referencia más arriba, el segundo problema es que los “desbordamientos” de patógenos ocurren de manera más frecuente debido a la insostenibilidad de determinadas actividades humanas.

Ya hemos hablados en otros posts sobre la insostenibilidad (este, este y este otro). Lo que vengo a agregar hoy, es que este tema de los desbordamientos y las enfermedades zoonóticas no es más que otra cara de la misma moneda, la que origina la preocupante crisis climática y la masiva extinción de especies. Y agreguemos la flagrante novedad: crisis económicas también.

Colapso de biodiversidad- coronavirus
Dibujo del caricaturista Graeme MacKay

¿Cuáles son esas actividades insostenibles que generan cada vez más enfermedades zoonóticas? Este estudio del PNUMA revisó exhaustivamente la literatura científica disponible y encontró que existen al menos 7 factores donde las actividades humanes intervienen fomentando la aparición de zoonosis. Estos son:

  • 1) el incremento de la demanda de proteínas animales (como carne, pescado y marisco, huevo, leche y derivados lácteos).
    • Los países de altos ingresos han visto pocos cambios en su consumo de alimentos de origen animal.
    • Por otra parte, la región del Sudeste Asiático ha experimentado un aumento espectacular: su proporción del total de calorías procedentes tanto de pescado como de productos animales se ha duplicado.
    • La tendencia de aumento del consumo de carne es probable que continúe, en particular en los países de ingresos bajos y medios, junto con el crecimiento de la población.
  • 3) el aumento del uso y la explotación de las especies salvajes
    • El uso y el comercio de animales vivos y muertos puede conducir a un mayor contacto estrecho entre los animales y las personas a lo largo de la cadena de suministro.
    • La recolección de carne silvestre, la caza recreativa, el comercio de animales vivos y el uso de partes de animales con fines decorativos o medicinales son todos factores de riesgo de enfermedades zoonóticas.
  • 4) la utilización insostenible de los recursos naturales, acelerada por la urbanización, el cambio del uso del suelo y la industria extractiva
    • La urbanización rápida y no planificada puede crear contactos novedosos, diversos y cada vez mayores entre la vida salvaje, el ganado y las personas.
    • Por ejemplo, deforestación y fragmentación de ecosistemas y hábitats naturales.
  • 5) el aumento de los desplazamientos y el transporte
    • Gracias al comercio de animales y a los viajes de los seres humanos, las enfermedades pueden ahora desplazarse por el mundo en períodos más cortos que sus períodos de incubación (el tiempo que transcurre entre la exposición a un patógeno y el primer signo de enfermedad clínica).
  • 6) alteraciones en las cadenas de suministro de alimentos
    • Las cadenas de suministro de alimentos se están alargando y diversificando, especialmente en los países de ingresos bajos y medios.
    • Esta tendencia, impulsada por el aumento en la demanda de alimentos de origen animal, nuevos mercados de alimentos para la fauna silvestre e intensificación agrícola mal regulada, está creando oportunidades adicionales para la transmisión de enfermedades, tales como:
      • La dificultad en identificar de dónde viene un alimento determinado.
      • La proliferación de los famosos “mercados húmedos”, donde se venden animales salvajes en condiciones pobres de higiene. Éstos suelen ubicarse en aquellas ciudades de rápido crecimiento en países de ingresos medios y bajos. 
  • 7) el cambio climático.
    • Muchas zoonosis son sensibles al clima y se espera que varias de ellas prosperen en un mundo que se pronostica será más cálido, húmedo y propenso a los desastres naturales.

Como verás, existen múltiples causas que contribuyen a la aparición de las enfermedades zoonóticas. Algunas de incidencia local, otras globales. Esto me lleva a concluir que la solución al problema de las zoonosis es extremadamente difícil y compleja.

En busca de las zonas calientes

Aunque nuestra comprensión de los factores que favorecen la aparición de enfermedades zoonóticas es cada vez mayor, el conocimiento actual es aún insuficiente para poder predecir cómo y cuándo ocurrirá un evento de desbordamiento.

No obstante, cabe señalar un importante estudio de 2017 que analizó las enfermedades zoonóticas emergentes sobre la base de un amplio conjunto de predictores, como la distribución de las regiones boscosas tropicales, la densidad de la población humana, la diversidad de especies de mamíferos, el uso de la tierra agrícola, entre otros.

Lo que encontraron es que el riesgo de enfermedades zoonóticas emergentes es elevado en las regiones tropicales boscosas donde se evidencian cambios de uso de suelo y donde la diversidad de especies de mamíferos es alta.

Mediante el siguiente mapa de calor representaron el riesgo resultante de su análisis, donde las zonas en color amarillo son las “zonas calientes” donde se configura el mayor riesgo para que se originen enfermedades zoonóticas emergentes:

Zonas calientes - coronavirus
Este «mapa de calor» global muestra el riesgo estimado de aparición de enfermedades zoonóticas emergentes.

BOX – Un comentario sobre los mercados húmedos

Al inicio de la pandemia se le dio una prensa excesiva a la cuestión de los mercados húmedos, los llamados wet markets. Estos mensajes, de manera simplificada, exhortaban a la prohibición inmediata de todos los mercados húmedos, sobre todo en la franja de Asia oriental (China, Vietnam, Tailandia, Indonesia, Myanmar, Camboya, etc.).

¿Nunca viste un mercado húmedo? Mira el siguiente video para hacerte una idea:

OK. Estoy de acuerdo. Son lugares espantosos, antihigiénicos, donde puede proliferar la venta de animales exóticos y que muy probablemente sean el foco de contagios para enfermedades zoonóticas. Pero en mi caso, que nunca he vivido esta “cultura del mercado”, me resulta complicado comprender el rol social y económico que cumplen.

Para otros, esto es muy distinto. Por ejemplo, en Asia y África, existen numerosas comunidades, sobre todo en áreas rurales de bajos ingresos, que dependen de los animales salvajes para dar sustento a millones de personas.

Por lo tanto, antes que prohibir, deberíamos encontrar y proponer alternativas para estas comunidades. ¿Qué pasaría si no? Lo que suele ocurrir cuando se prohíbe algo. En este caso, que se multipliquen los mercados y prolifere el comercio ilegal de animales salvajes en peores condiciones que las actuales.

Para resolver el tema de los mercados húmedos necesitamos entonces equilibrar el aspecto sanitario con el económico y social. Cómo muchos problemas actuales, pareciera ser que la clave está en sacar a las comunidades de la pobreza. ¿O alguna vez viste un mercado húmedo de condiciones insalubres en Estados Unidos, Dinamarca, Japón o Singapur?

Tomemos este último. Es sabido que Singapur es un país asiático muy duro con sus regulaciones y multas. Pero sus mercados húmedos, lejos de ser un lugar nefasto y antihigiénico, poseen los más alto estándares sanitarios y son el centro de una bulliciosa actividad económica donde, a la vez, se construyen vínculos comunitarios y se fortalece la cohesión social. O por qué no para otorgar un descanso nostálgico de la hiper moderna urbe. Así se ve un mercado húmedo de Singapur:

La famiglia de los coronavirus y el origen del SARS-CoV-2

¿Qué/quién es el SARS-CoV-2?

Los coronavirus son una gran familia de virus, responsables de numerosas enfermedades capaces de infectar tanto a animales como a humanos. El nombre “corona” no se debe a su noble potencial de provocar pandemias, sino que simplemente se los llama así por la disposición en forma de corona de las proteínas en forma de espiga en la superficie de sus membranas. Así luce:

SARS-CoV-2 real - coronavirus
SARS-CoV-2 real

Para aclarar el tema de los nombres, el nuevo coronavirus se denomina coronavirus 2 del síndrome respirato­rio agudo grave (SARS-CoV-2) y es el responsable de la pandemia llamada COVID-19 (Corona Virus Disease, cuyo origen fue en 2019). Además, es el séptimo coronavirus que se sabe que infecta a humanos. Por un lado, los que causan enfermedades graves: SARS-CoV-1, SARS-CoV-2 y MERS-CoV y, por otro, los que están asociados a sintomatologías leves: HCoV-HKU1, HCoV-NL63, HCoV-OC43 y HCoV-229E, que están asociados a sintomatología leve.

Importante decir que le agregamos el “2” para diferenciarlo de su primo hermano el SARS-CoV (o SARS-CoV-1), causante de la epidemia de síndrome respiratorio agudo grave (SARS) de 2002-2004, cuyos primeros casos se registraron en la ciudad-prefectura de Foshan, también en China, en noviembre de 2002. Si bien no tuvo la magnitud del actual coronavirus, el SARS-CoV-1 llegó a distribuirse por un total de 29 países, entre ellos: China, Hong Kong, Taiwán, Canadá, Singapur, Vietnam y Estados Unidos.

Teorías sobre el origen

Ahora sobre el tema del origen. ¿de dónde provino este virus tan contagioso que logró infectar a humanos? Existen básicamente dos teorías:

  1. Origen natural
  2. Fuga de laboratorio

La literatura científica publicada hasta ahora indica irrefutablemente que los datos genéticos del SARS-CoV-2 no derivan de ninguna otra base de virus utilizada y/o conocida con anterioridad. Este hecho, deja a la teoría de la fuga de un laboratorio un Wuhan en mala posición para defenderla desde el punto de vista científico. En una conferencia de prensa de febrero 2021, la OMS calificó esta hipótesis como “extremadamente improbable” y aclaró que no será una línea de investigación hacia adelante.

Descartando esta posibilidad, el origen de la pandemia estaría ligado a una recombinación genética natural de coronavirus que, como resultado, ha hecho que el SARS-CoV-2 tenga características únicas para contagiar humanos con gran facilidad.

Siguiendo este hilo argumental, se proponen dos hipótesis que pueden explicar de forma plausible el origen natural del SARS-CoV-2:

  • Hipótesis 1: selección natural en un huésped animal antes de la transferencia zoonótica.
  • Hipótesis 2: selección natural en humanos luego de la transferencia zoonótica.

Hipótesis 1 – Selección natural en huésped animal

En la hipótesis 1 cobra importancia conocer el lugar de contacto original para tratar de reconstruir el camino de transmisión. Como muchos casos tempranos estuvieron vinculados al mercado de Huanan, en Wuhan (China), se sospecha entonces que un animal que portaba el SARS-CoV-2 se lo transmitió a una persona por alguna vía, ya sea ingesta directa, aire, contacto, contaminación cruzada, u otro mecanismo.

En el centro del meollo han quedado los pobres murciélagos, conocidos como reservorios naturales de un gran número de virus zoonóticos, incluidos los coronavirus relacionados con el SARS, Ébola, Hendra, MERS y Nipah. En particular, investigadores han encontrado en muestras de la especie Rhinolophus affinis presencia de un coronavirus idéntico en un 96,2% al SARS-CoV-2 y en un 79,5% al SARS-CoV. Nótese que debido a que murciélagos y coronavirus han evolucionado conjuntamente, estos pueden albergar este tipo de virus sin enfermarse.

Murciélagos - Fuente natural de coronavirus
El rango de distribución del Rhinolophus affinis es principalmente el sur y centro de China y el Sudeste Asiático

Por lo tanto, las posibilidades serían que murciélagos hayan transmitido el virus de manera directa a humanos (nuevamente, a través de sus heces, consumo, contacto, etc.) o bien a través de una especie intermedia. El animal que se sostiene como candidato más fuerte es el pangolín, un animal de escamas que tiene el tristísimo galardón de ser el mamífero más traficado del mundo. El motivo es que se han encontrado en ellos genomas de coronavirus con características similares a las del SARS-CoV-2.

Pangolín - Pontencial especie intermedia del coronavirus
Pangolín enjaulado

El objeto de su codicia es tanto su carne, que es considerada una exquisitez, como sus escamas, utilizadas para la medicina tradicional; siendo los principales interesados en este pobre animalito China, países del Sudeste Asiático y África.

¿Recuerdas la figura de más arriba de cómo las enfermedades zoonóticas pasan de un huésped natural a uno intermedio antes de llegar al ser humano? Veamos a continuación cómo ha sido este proceso para las otras epidemias importantes ocasionadas por los virus SARS-CoV-1 y MERS-CoV, y cómo podría haber sido para la COVID-19:

vias de transmisión de los coronavirus
Vías de transmisión de otros coronavius.

A un año de transcurrida la pandemia la vía de transmisión del SARS-CoV-2 es aún desconocida. Sin embargo, la hipótesis de un coronavirus de origen natural que ha mutado por selección natural es la más defendible desde el punto de vista científico. Esta conclusión es a la que ha llegado la OMS, hecha púbica en febrero de 2021, manifestando que es la línea que seguirá estudiando para descubrir el verdadero origen de la pandemia.

Hipótesis 2 – Selección natural en humanos

A diferencia del caso anterior, en el que el virus con las características propias del SARS-CoV-2 ya se encontraba en un animal huésped, ya sea intermediario o no, la hipótesis 2 plantea la posibilidad de que un progenitor de SARS-CoV-2 saltara a los humanos, adquiriendo las características genómicas únicas a través de un proceso de adaptación durante la transmisión no detectada de humano a humano.

Una vez adquiridas, estas adaptaciones permitirían que los contagios despegaran, produciendo un grupo de casos lo suficientemente grande como para activar los sistemas de alerta.

Un fenómeno esperable

La realidad es que todo lo que estamos viviendo por el coronavirus podría haberse atenuado muchísimo, incluyendo la crisis económica, si nuestras instituciones y líderes hubieran puesto en práctica lo advertido por diversas autoridades científicas, si hubiéramos aprendido de lo ocurrido en otras epidemias de gran impacto y si consecuentemente nos hubiéramos preparado de forma adecuada para algo que era esperable que ocurriera en algún momento.

¿Por qué digo “esperable”? El más claro ejemplo está en un artículo científico de 2007 de la Universidad de Hong Kong titulado «Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus as an Agent of Emerging and Reemerging Infection«, el cual fue publicado en la revista Clinical Microbiology Reviews en octubre de 2017.

En mismo, finaliza haciéndose la siguiente pregunta: ¿Debemos estar preparados para el resurgimiento del SARS? A continuación, la traducción de la respuesta:

Es bien sabido que los coronavirus pueden experimentar una recombinación genética, lo que daría lugar a nuevos genotipos y brotes. La presencia de un gran reservorio de virus similares al SARS-CoV en los murciélagos de herradura (N. del T.: como el Rhinolophus affinis), junto con la cultura de consumir mamíferos exóticos en el sur de China, es una bomba de tiempo. La posibilidad del resurgimiento del SARS y otros virus nuevos de animales o laboratorios no se debe ignorar y es necesario, por lo tanto, prepararse anticipadamente.

Aquí va otro. En una publicación escrita por el grupo coordinado por el Dr. Zheng-Li Shi del Instituto de Virología de Wuhan, la infame ciudad conocida por ser el epicentro y origen del brote de COVID-19, los autores afirman que:

“[…] dada la prevalencia y la gran diversidad genética de los SARS-CoV de murciélago, su estrecha coexistencia y la frecuente recombinación de los coronavirus, se espera que surjan nuevas variantes en el futuro.”

¿Les suena familiar esto? Quizás a este claro razonamiento basado tanto en evidencia científica como en los casos recientes le faltó el link con las implicancias económicas para que cobre mayor notoriedad. Si para algo ha servido todo esto, que sea por lo menos para darle un mayor reconocimiento a la comunidad científica, tanto para apagar el incendio como para prevenirlo. La experiencia humana ha ampliamente demostrado que cuesta menos prevenir que curar.

Si bien el futuro es impredecible y no existen los profetas, sí creo que existen consejos y argumentos mejores que otros, que merecen ser tomados con mayor seriedad. No hay relativismo que valga contra el aplastante cuerpo de las evidencias científicas.

Como ya ha declamado el gaucho Martín Fierro: “es mejor que aprender mucho, el aprender cosas buenas”.

Conclusión

Hasta hace poco, los virus y bacterias aplastaron sin tregua a la especie humana con sus enfermedades. El hombre estaba indefenso. El hombre no sabía. Ahora con las armas del conocimiento científico la guerra de hombres contra patógenos se equilibra. Si bien seguimos siendo seres biológicos de carne y hueso, dependientes y vulnerables a las fuerzas de la naturaleza, la realidad es que ya contamos con las herramientas para controlar enfermedades y prevenirlas, por lo que no podemos alegar desconocimiento.

A medida que se vayan descubriendo más cosas sobre esta pandemia la evidencia científica se inclinará hacia una u otra hipótesis respecto a su origen. Esto es crucial ya que nos permitirá conocer la vía de transmisión de esta enfermedad con el propósito de poder prevenir futuras zoonosis emergentes, o dicho en términos más utilitarios, para prevenir futuras crisis económicas.

Por ejemplo, si el SARS-CoV-2 efectivamente se pre-adaptó en otra especie animal (hipótesis 1), entonces existe el riesgo de que se produzcan nuevamente futuros eventos de resurgimiento, o incluso de aparición de otras zoonosis emergentes similares. Por el contrario, si el proceso de adaptación ocurrió en humanos (hipótesis 2), incluso si se llegara a dar nuevamente una transferencia zoonótica (un desbordamiento), es poco probable que el virus despegue ya que debería darse la misma serie de mutaciones que llevaron a la génesis del SARS-CoV-2.

Independientemente del caso, lo más importante para destacar de la crisis del coronavirus, como ya fue dicho, es que -con alta probabilidad- se trata de una zoonosis emergente, cuya ocurrencia está dada por combinación de algunos de los factores previamente identificados ligados al carácter insostenible de diversas actividades humanas.

Entre ellos la deforestación, el comercio ilegal de especies salvajes, la venta en mercados húmedos insalubres, la urbanización no planificada, la globalización del transporte o el simple deseo de sorprender a tu pareja con manjares exóticos traídos de lugares recónditos. Este cóctel, como vimos antes, hace que se incremente el riesgo de zoonosis. Bien podría ser la explicación de esta pandemia, pero también lo que provoque la próxima.

Recordemos que la existencia de una vacuna sólo nos protege de este evento zoonótico, que terminó en el despegue pandémico del SARS-CoV-2. De ninguna manera la vacuna de Pfizer-BioNTech, AstraZeneca, Moderna o Sputnik V nos salvará de la próxima pandemia. Así como “no hay vacuna para el cambio climático”, tampoco hay vacuna para prevenir la próxima pandemia.

Desde el punto de vista institucional, abordar el problema de prevenir la próxima zoonosis se encuentra fuera de los campos de la salud humana y animal convencionales. Esto se debe a que este fenómeno obedece a causas múltiples. Dicho de otra manera, ningún ministerio de salud o de agrigultura podrá atenuar por sí solo el riesgo de una zoonosis. Mínimamente se requiere la intervención de varias esferas de política pública nacional (p.ej: medio ambiente, agricultura, salud, producción, comercio, entre otras) y de distintas escalas de cooperación: internacional, nacional y sub-nacional. Este es el principio del enfoque acuñado «One Health«. Cuidar la salud de los ecosistemas y los animales también es cuidar la salud humana, y todo debe abordarse conjuntamente.

En la mayoría de los casos, los enfoques para hacer frente a estas enfermedades no se han coordinado adecuadamente en estas múltiples dimensiones. Como dice el historiador iraelí Yuval Noah Harari en una nota para el Financial Times: “Las herramientas han estado ahí, pero con demasiada frecuencia ha faltado la sabiduría política.”

Ahora ya sabes, si quieres contribuir para que en el futuro tengamos que atravesar una epidemia o, peor aún, otra pandemia, solo debes hacer una cosa: nada. La inacción nos puede resultar bastante cara.


Referencias

Naciones Unidas

Publicaciones científicas

Otros