«La Edad de Piedra se acabó y no por falta de piedras, y la Edad del Petróleo se acabará pronto y no por falta de petróleo». 

Ahmed Yaki Zamani (1931). Abogado y político Saudí, ex-ministro de OPEC

La sangre es al cuerpo humano lo que la energía es a cualquier economía moderna. Aunque, a decir verdad, sin las tecnologías y conocimientos que adquirimos para poder aprovecharla aún estaríamos viviendo en sociedades medievales al mejor estilo Game of Thrones, pero sin dragones.

La principal diferencia entre el pasado y el presente es fundamentalmente esa, la energía que supimos aprovechar. Si no me crees, observa el siguiente gráfico, donde se ve cómo nuestro consumo de energía incrementó abruptamente desde los inicios de la revolución industrial, en el año 1800, hasta la actualidad:

Pero no quiero distraerte, este post no es sobre el pasado sino es sobre el presente y el futuro de la energía y su relación con el cambio climático, uno de las mayores amenazas para el desarrollo sostenible. Por esto, lo dividiré en tres partes claramente diferenciadas:

  1. ¿Dónde estamos hoy?
  2. ¿Hacia dónde debemos ir?
  3. ¿Qué camino seguir?

Empecemos.

¿Dónde estamos hoy?

El elevado estándar de vida material que goza la mayor parte de la población mundial es en gran medida permitido por ese gran caudal energético que disponemos para hacer mover la rueda de la modernidad. Basta con mirar el consumo energético per cápita de los países más desarrollados y compararlo con los más pobres para darse cuenta de eso. Pero dicha bonanza energética ha venido a un gran costo para todos nosotros.

El lado menos popular de la energía es que es la principal contribuidora al cambio climático. Hoy día, las actividades relacionadas con la energía, como el transporte, el acondicionamiento térmico, la construcción, la manufactura industrial, la generación de energía en sí misma, por nombrar algunos, son las principales emisoras de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Como se observa, la energía se lleva el 72% de todas las emisiones de GEI  globales:

Emisión de Gases de Efecto Invernadero, expresado en MtCO2eq. Fuente: C2ES según Climate Analysis Indicators Tool (World Resources Institute, 2017).

Por eso, podemos decir de manera aproximada que 2/3 del problema climático podría resolverse si le encontramos la vuelta a la cuestión energética.

A su vez, la energía que utilizamos proviene de fuentes mayormente fósiles, como el gas natural, petróleo y carbón. Como dije previamente, cada uno de estos combustibles emiten grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) debido al proceso de combustión que nos permite aprovechar la energía química contenida en cada uno de ellos. Se los llama, además, “sucios” en oposición a las fuentes de energía de origen renovables como el sol y el viento, que serían “limpias”. El CO2 es, en sí mismo, el más abundante de todos los Gases de Efecto Invernadero que emitimos. A nivel global, estos tres combustibles representan sumados el 85% de la matriz energética global, según el anuario estadístico de 2019 compilado por BP:

Matriz energética global del año 2018. Fuente: BP statistical review of world energy 2019

Pero lo preocupante no es la foto de dónde estamos parados actualmente sino la película, hacia dónde vamos. Las emisiones de CO2 relacionadas a la energía han venido aumentando y acelerándose en los últimos años, dando cuenta que el problema se está agravando año a año, sin evidencias de que esta tendencia se revierta. Así lo muestra el siguiente gráfico de la Agencia Internacional de la Energía (IEA):

Tendencia histórica de emisiones de CO2. Fuente: Global Energy and CO2 Status Report 2018 –IEA

Resumidamente, lo que estos 3 gráficos nos muestran es lo siguiente:

  • La principal contribución de GEI emitidos a la atmósfera se debe a las actividades relacionadas de alguna manera con la energía.
  • La oferta primaria de energía es mayormente de origen fósil (gas natural, petróleo y carbón), es decir, “sucios”.
  • Las emisiones globales de CO2 relacionadas a la energía están en aumento y acelerándose.

Debemos concluir, por lo tanto, que un futuro sostenible requiere una transformación profunda de nuestro sistema energético, es decir, una transición energética. Y, además, esta transición debemos recorrer es de características muy distinta a la transición que devino de la revolución industrial.

¿Hacia dónde debemos ir?

En primer lugar, el mundo acordó en 2015 bajo el Acuerdo de París el deber de “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2ºC con respecto a los niveles preindustriales” y además de “proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento a 1,5ºC con respecto a los niveles preindustriales”.

Por lo tanto, la comunidad global y todos los actores relevantes deben (y debemos) hacer lo posible para limitar el calentamiento global a través de acciones que tiendan a la reducción progresiva de las emisiones de GEI. Como vimos previamente, 2/3 del problema se lo lleva la cuestión energética, es decir, de cómo obtenemos y utilizamos la energía. Este hecho explica que la transición energética esté en el centro del debate global de cambio climático y la sostenibilidad ambiental.

¿Qué camino seguir?

Llegados a este punto sabemos que debemos llevar nuestro sistema energético a un estado que sea compatible con el escenario consensuado bajo el Acuerdo de París. Dicho de otra manera, debemos aumentar la oferta de energía para satisfacer las necesidades actuales y futuras de toda la humanidad a la vez que “descarbonizamos” cada uno de los componentes que hacen a ese sistema, procurando que dependa lo menos posible de los combustibles fósiles que emiten mucho dióxido de carbono y son, por lo tanto, “sucios”.

Bajo esta premisa, la Agencia Internacional de la Energía recreó numéricamente escenarios posibles, mostrando qué deberíamos hacer para lograr una transición según el mandato del Acuerdo París, es decir, para mantenernos por debajo de los 2°C. A este primer escenario lo llamaron “Escenario 2°C”, y lo compararon con otro escenario donde se calculó qué sucedería si se mantienen las políticas actuales en la materia, las cuales se estima son insuficientes para alcanzar los objetivos del Acuerdo. Por último, estimaron cuál sería el nivel de esfuerzo a alcanzar con algunas líneas de acción clave en materia energética. El resultado es el siguiente gráfico:

Escenarios para la transición energética compatible con el Acuerdo de París. Fuente: Perspectives for the Energy Transition, the Role of Energy (IEA)

Para alcanzar el escenario de los 2°C debemos reducir un 66% nuestras emisiones de GEI y esto se puede lograr a través de acciones de mitigación (disminución de las emisiones) mediante:

  • Eficiencia Energética. Aumentar la eficiencia energética, incluyendo tanto cambio tecnológico como de hábitos para usar responsable la energía. Ver: De qué hablo cuando hablo de Eficiencia Energética.
  • Energía Renovable. Aumentar la oferta de energía generada de fuentes renovables, es decir “limpias”.
  • Cambio de combustibles. No todos los combustibles fósiles son iguales. El gas es más “limpio” (emite menos) que el petróleo, y el petróleo menos que el carbón. Por lo tanto, esto implica aumentar la participación del gas en la matriz energética global a expensas del petróleo y el carbón.
  • Energía nuclear. Más energía del tipo nuclear tanto de gran escala como modular.

Además, debemos extraer CO2 de la atmósfera, por medio de tecnologías de captura y secuestro de carbono (CCS) y de forma natural. Debo hacer notar que estas tecnologías aún están en etapas tempranas de desarrollo y no han demostrado ser comercialmente viables como para ser adoptadas a gran escala, pero de alguna manera se espera que estén disponibles en el mediano plazo. La otra forma “natural” para remover carbono atmosférico es proteger y aumentar la cobertura de bosques y selvas, las cuales como sabemos transforman el CO2 en el oxígeno que respiramos. Resulta interesante que la transición energética requiere también cuidar especialmente nuestros bosques y recomponerlos mediante la reforestación.

Lo importante a destacar es que la eficiencia energética y las energías renovables son los dos principales pilares de la transición energética, contribuyendo con más del 70% al esfuerzo de mitigación en el escenario compatible con el Acuerdo de París.

Ahora ya podemos definir a la transición energética como:

el camino que debemos recorrer para transformar nuestra economía basada en combustibles fósiles a otra tendiente a cero emisiones de carbono.

Y esto lo debemos hacer hacia la segunda mitad de este siglo.

Conclusión

La transición energética es central al desarrollo sostenible (o sustentable?). No da lo mismo la forma en que nos abastecemos de energía y tampoco el uso que hacemos de ella. La buena noticia es que tanto las tecnologías limpias proveniente de energías renovables como el sol, las olas y el viento y las medidas de eficiencia energética son bien conocidas como para poner esta transición en marcha. Es más, esta transición ya ha empezado a pesar de las grandes dificultades y desafíos que aún restan superar.

Para un futuro sostenible deberemos alejarnos de los combustibles fósiles tanto como sea posible y hacer un uso racional de la energía proveniente de fuentes limpias, abundantes y asequibles. A esta altura, la cuestión no es si debemos encarar esta transición, sino cuánto tiempo tardará. Es nuestro deber apretar el acelerador y llevarla hacia un nuevo horizonte, más ambicioso que el actual.