“No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita”

Refrán español

En el mundo de la sostenibilidad es común encontrar opiniones contrarias respecto a ciertos temas. Algunas personas aborrecen el impacto estético de las gigantes torres de generación eólica, otras se manifiestan para impedir la explotación de shale gas, y otras están lisa y llanamente en contra de todo lo que tenga que ver con la energía nuclear. Sin embargo, al día de hoy, no he conocido a nadie en contra de la eficiencia energética.

Será porque es muy difícil cargar contra algo que es invisible, o bien porque tiene tantos beneficios que verdaderamente no existen objeciones. Lo que sí está claro es que la eficiencia energética es antes que nada un concepto, por lo que opera primero en nuestras cabezas y luego lo bajamos a los distintos ámbitos del mundo físico.

En este post intentaré contar de manera sencilla las principales ideas entorno a la eficiencia energética, con el propósito de que luego de leerlo sepas de qué hablo cuando hablo de eficiencia energética.

La eficiencia energética en contexto

Si has ido a algún foro energético donde se hable de eficiencia energética seguramente habrás escuchado que la eficiencia energética siempre es buena. Al menos, esa es la idea que me llevé la primera vez que oí hablar sobre el tema. 

Miguel Arias Cañete, Comisiario Europeo de Energía y Acción por el Cambio Climático, se ha referido a la eficiencia energética como la «central invisible de Europa» y como «uno de los medios más costoefectivos para mejorar la seguridad energética y la competitividad económica, reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero y hacer que la energía sea más asequible para los consumidores«.

Lo primero a destacar es que la eficiencia energética es usualmente tratada como si realmente fuera una fuente de energía ya que, al reducir la demanda de energía, permite evitar la construcción de nuevas centrales energéticas, ya sea de fuentes convencionales o renovables. No importa si un país fue o no bendecido con vastos recursos naturales energéticos, tales como petróleo, gas o vientos permanentes. Lo que sí es cierto es que todos los países del mundo poseen un potencial de eficiencia energética que pueden aprovechar. Dicho de otra manera, todos pueden construir esas centrales invisibles con recursos propios, tal como dice Cañete. Por eso, la eficiencia energética además de ser vista como una fuente de energía es el recurso más democrático de todos.

Segundo, por tratarse de acciones aplicadas de forma transversal en distintos ámbitos de la economía, la eficiencia energética genera beneficios de todo tipo y en todas las escalas. Además de la Unión Europea, los líderes de las 20 principales economías del mundo también le asignan un rol primordial a la eficiencia energética, haciendo énfasis justamente en sus múltiples beneficios. En el marco de la presidencia Argentina del G20, el Communiqué de Ministros de Energía acordado en Junio de 2018 en Bariloche hace referencia a varios de ellos:

«La eficiencia energética ha sido priorizada por los miembros del G20 y también se ha convertido en uno de los pilares de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, debido a su contribución a la seguridad energética, competitividad industrial, reducción de emisiones, crecimiento económico, creación de empleo y otros beneficios sociales cuando se introduce en una forma costo-efectiva.»

Habiendo podido participar en el primer foro de energía de G20 (Energy Transitions Working Group) en Buenos Aires y habiendo visto ese documento nacer desde cero, no me quedan dudas de la importancia del tema. Como podría esperarse, la eficiencia energética es uno de los tópicos menos controversiales para discutir en un foro internacional.

Pero además del reconocimiento mundial y de los beneficios en sus distintas el escalas, la eficiencia energética tiene un gran valor por su relación con el cambio climático. El tema de fondo es que nuestro sociedad industrial globalizada necesita de enormes cantidades de energía para satisfacer sus necesidades y crecer y, actualmente, lo hace con una matriz energética que depende en un 85% de combustibles fósiles.

Matriz Energética Mundial (2017). Fuente: BP Statistical Review 2017

Como sabemos, la combustión de los combustibles fósiles (Carbón, Gas Natural y Petróleo) genera los Gases de Efecto Invernadero que contribuyen al cambio climático. Por lo tanto, todo lo que sea hecho en pos de la eficiencia energética será también un beneficio para el clima. Es por esto que las acciones orientadas a aumentar la eficiencia energética de los distintos sectores nacionales constituyen componentes importantes en las estrategias de mitigación para cumplir con los compromisos del Acuerdo de París.

Efectivamente, la eficiencia energética es buena por donde se la mire, por lo tanto, debemos promoverla en todo ámbito.  😉 

Dos caras de una misma moneda

Cuando hablamos de eficiencia energética nuestro objetivo es reducir la demanda energética final. Para eso, podemos aumentar la eficiencia técnica o directamente reducir la energía que demandamos. De manera concreta, lo primero hace referencia a la eficiencia energética en sí y lo segundo a la conservación (ahorro) de la energía. Son dos cosas distintas pero que siempre van de la mano. Antes de empezar a definir bien qué es cada una conviene introducir el importante concepto de servicio energético.

Servicios energéticos

Los servicios energéticos son aquellas funciones realizadas que utilizan energía como medio para obtener o facilitar servicios o estados finales deseados

Servicios energéticos comunes son la refrigeración, la calefacción, la iluminación, el calentamiento de agua y el transporte, y lo que todos ellos tienen en común es que:

  • proporcionan beneficios a las personas
  • son provistos por fuentes de energía (combustibles líquidos, gas natural, electricidad)
  • resultan, al menos en parte, de la conversión de energía en combinación con la tecnología
  • son lo que se demanda y es entregado al consumidor (persona en su hogar, industria, comercio, etc.)

Eficiencia energética

Ahora que tenemos este concepto presente, podemos fácilmente definir qué es la eficiencia energética. La eficiencia energética es:

consumir menos para lograr el mismo nivel de servicio energético

o, alternativamente, para un mismo nivel de consumo lograr un mayor nivel de servicio energético. Por ejemplo, si reemplazamos una lámpara halógena por una LED podemos obtener el mismo nivel de iluminación (el servicio energético en este caso) pero con un consumo energético 5 veces menor.  Es importante destacar que el aumento de la eficiencia energética implica una mejora tecnológica, tales como recambio de electrodomésticos y motores viejos por nuevos y eficientes, mejoras en la envolvente térmica de viviendas, cambio de lámparas incandescentes por LED o bien la reingeniería completa de procesos industriales.

En términos técnicos, la eficiencia energética de un sistema puede definirse simplemente como:

n = energía de salida / energía de entrada.

Cuanto más cerca esté este cociente de 1 (o 100%), más eficiente es un sistema y menos energía se desperdicia. Pero como en la vida nada es tan ideal nunca nos dará 1, ya que la eficiencia 100% no existe. La termodinámica nos enseña que parte de la energía de entrada se transformará en otra forma de energía que no se podrá aprovechar y, por lo tanto, se pierde irremediablemente.

Conservación de la energía

Como nos podemos imaginar, la demanda de energía no solo depende de la tecnología que usemos sino también de cómo nosotros la consumimos. Entran en juego aquí factores del comportamiento que reflejan nuestro estilo de vida, status y cultura. ¿Dejas la luz prendida cuando te vas de tu casa?, ¿te vas en auto a un lugar a 500 metros de tu casa?, ¿pones el aire acondicionado a 30°C en invierno en vez de a 24°C?, ¿te bañas por 45 minutos en vez de 15?. Todos estas actividades dependen enteramente de nosotros. Lo interesante es que se puede disminuir la demanda de energía sin recambiar ningún aparato tecnológico, tal como un refrigerador, aire acondicionado, motor o luminaria. 

Para hacer esta distinción, todos los ahorros energéticos que se obtengan a partir de cambios en el comportamiento serán clasificados como conservación de la energía. La diferencia con las acciones de eficiencia energética es que reducimos la demanda de energía pero también el nivel de servicio energético, es decir, a expensas de nuestra satisfacción o confort personal. Las acciones de conservación de la energía deben apuntar a reducir la demanda sin afectar demasiado nuestra satisfacción, y esto requiere, nos guste o no, de cambiar algunos de nuestros hábitos. Desde luego uno puede plantear que la pérdida de confort es irremediable si uno realmente quiere tener hábitos sustentables, pero esta discusión la dejamos para otro momento  😉 .

Cuando hablo de esto siempre se me viene a la cabeza el siguiente ejemplo. Cuando viví en Parma, Italia, fue la primera vez que conocí de cerca el modo de vida de los europeos. En una oportunidad en una fría tarde de otoño, fui invitado por dos amigas inglesas a tomar english tea a su departamento y, para mi gran sorpresa, me recibieron con el abrigo puesto y no se lo sacaron en ningún momento (y yo tampoco!). Compensar el frío que hacía dentro con más abrigos era para ellas lo más normal del mundo. Resulta que como estaban muy ajustadas con el dinero hacían eso para evitar pagar demasiado en su factura de gas, la cual puede llegar a ser verdaderamente onerosa. Para un Argentino acostumbrado a vivir (en ese entonces) con tarifas energéticas prácticamente gratis, esa conducta me fue una novedad.

Sin irnos al extremo de dejar de usar la calefacción para ahorrar dinero, el hábito de estar abrigado dentro de casa y prender la calefacción solo cuando hace falta es recurrente en la clase media europea. A mi entender, un excelente y simple hábito que debemos incorporar para reducir nuestros consumos energéticos sin esperar.

Comentario final

Ahora que sabes de qué hablo cuando hablo de eficiencia energética podemos comenzar un debate más profundo en cuanto a qué esperar de ella y a cómo capitalizarla mejor. Sabemos que los beneficios son muchos, que tiene un gran potencial, que hace bien al ambiente y que  encima está al alcance de todos. Sin embargo, ¿por qué no vemos un boom de eficiencia por todos lados?

Lo bueno de la eficiencia energética es lo mismo que la condena. Al ser aplicable en todo ámbito y de manera tan transversal, se debe trabajar en todos los sectores y en todas las escalas. Las políticas para aumentar la eficiencia energética tienen que llegar a todas las grandes industrias, PyMEs, hogares, comercios y municipios del país; y encima cada sector tienes sus problemáticas únicas. Ahí radica uno de sus principales obstáculos. Por el lado de la conservación de la energía, enfocarse en cambiar hábitos muy arraigados es una tarea sumamente difícil.

Las experiencias en distintos lugares del mundo demuestran, sin embargo, que es un desafío alcanzable, casi como construir una catedral. Argentina y la mayor parte de Latinoamérica han apenas comenzado esta búsqueda, con muchas lecciones aprendidas pero aún más por aprender. Una explicación más profunda de los obstáculos para implementar políticas nacionales de eficiencia energética quedará, sin embargo, para otro post.

La eficiencia energética es, por lo tanto, un importante eje de trabajo que posee un futuro promisorio dado el contexto actual. Así como las energías renovables son promovidas con gran vehemencia, su prima menos sexy, la eficiencia energética, también deberá ser otra de las puntas de lanza de la sostenibilidad.


Referencias

  • Brown, M. (2014). Innovative energy-efficiency policies: An international review. Wiley Interdisciplinary Reviews: Energy and Environment, 4(1)
  • Fell, M. J. (2017). Energy services: A conceptual review. Energy Research & Social Science, 27, 129-140.
  • BP Statistical Review of World Energy