“La contaminación nunca debería ser el precio de la prosperidad”
Al Gore (1948) – Político y ambientalista estadounidense
Para cuidar el ambiente debemos hacer que nuestra especie, o sea vos y yo, dejemos de contaminar. Sumado a otros problemas ambientales como la escasez de agua, la degradación de los ecosistemas naturales y la pérdida de la biodiversidad, la contaminación se encuentra sin dudas en el podio de nuestras preocupaciones. Si bien en la vida corriente es muy común referirse a la contaminación y a los contaminadores sin hacer demasiados reparos, ninguna de estas calificaciones es trivial. Hay una serie de importantes cuestiones a considerar antes de decir, por ejemplo, que alguien está contaminando. Si queremos luchar contra la contaminación debemos, primero, entender bien qué es la contaminación.
En el post de hoy vamos a explorar esta cuestión con suficiente detalle. Luego de leerlo, te prometo que serás más cuidadoso a la hora de expresarte y tendrás también un mejor marco conceptual para trabajar en soluciones verdaderas para cuidar el ambiente.
Este post sirve, además, como precuela al post sobre el principio contaminador-pagador.
Entendiendo la contaminación
Origen de la contaminación
Empecemos por lo principal, ¿cómo se origina la contaminación? Podemos distinguir dos fuentes de origen:
- Proveniente de la actividad humana,
- de manera controlada (ej.: efluente líquido industrial o generación de energía)
- de forma accidental (ej.: desastre nuclear de Fukushima)
- Proveniente de la actividad natural (ej.: erupciones volcánicas)
En particular, nos interesa la contaminación originada por las actividades humanas y que están bajo algún tipo de control y podemos, por lo tanto, influir para generar cambios y mejoras. Las actividades humanas a las que me refiero son todas aquellas que, mediante algún proceso de creación de valor, nos proveen algún tipo de bien y/o servicio para satisfacer nuestras necesidades; desde las más básicas, como alimentarse, tener agua potable y electricidad, hasta las secundarias, como viajar en avión, vestirse a la moda y usar ricos perfumes.
El bien y/o servicio obtenido en el proceso productivo de creación de valor es lo que llamaremos la consecuencia deseada. En una fábrica automotriz, el propósito principal será producir vehículos; para una siderúrgica, producir acero; para una aerolínea, transportarte de A a B en avión; para tu proveedor de internet, darte un servicio ininterrumpido (!) de internet.
Pero todas estas actividades tienen en algo muy importante en común:
- Son generadoras de residuos y efluentes (gaseosos y líquidos)
- Demandan energía
Nos referiremos a este factor común como las consecuencias no deseadas de mis actividades, ya que inevitablemente acompañan la producción de bienes y/o servicios útiles para la sociedad. Por un lado, necesitamos mover los procesos con energía, nada ocurrirá sin ella. Por otro, ningún proceso es perfecto, por lo que no se puede transformar el 100% de los insumos en productos útiles. Son las leyes de la materia y la energía (o sea, de la naturaleza) las que imponen estas condiciones físicas en el mundo material. Además, la energía obtenida proviene a su vez de otros procesos generadores de residuos y efluentes. La prosperidad material y la generación de residuos/efluentes van de la mano.
Vayamos el siguiente diagrama para ver fácilmente representado todo lo anterior:
En este sencillo diagrama se ve claramente cómo, de manera simultánea, los procesos de síntesis que crean valor para el Hombre están acompañados de residuos en uno o más estados de la materia (gaseoso, líquido o sólido). Como vimos, esto es inevitable por las mismísimas leyes del mundo físico. Los procesos observados en la naturaleza también se alimentan de materia y energía y generan residuos, pero con la gran diferencia de que cada residuo es aprovechado por otros seres vivos sin superar su capacidad para asimilarlos. Dicho de otra manera, los procesos naturales nunca superan la capacidad de carga de los ecosistemas donde se llevan a cabo. En este sentido, los procesos naturales son perfectos. Los procesos productivos del hombre, muy por el contrario, no lo son. Cuando la generación de residuos supera la capacidad de carga de un determinado medio natural éstos pueden ocasionar daño a la flora y la fauna y, en el peor de los casos, llevar el medio a un estado irreversible.
El modelo F-M-R
En el diagrama anterior nos está faltando un importante intermediario para entender cómo los residuos salen del proceso productivo hasta impactar de alguna manera en el hombre. Este importante intermediario es el medio ambiente. Los residuos primero van al ambiente y luego van a los receptores, el hombre u otros seres vivos. El modelo que tenemos que tener en nuestras cabezas es el siguiente:
Nota lingüística: para poder expresarnos correctamente, tenemos que ser capaces de diferenciar las consecuencias en el ambiente de las consecuencias al hombre. Por lo tanto, hablamos de “efectos ambientales” cuando nos referimos exclusivamente al ambiente y de “impactos ambientales” cuando las consecuencias no deseadas llegan al hombre. En la práctica, el término «impacto ambiental» es mucho más común y se usa indistintamente para cada caso. Pero ahora que entendemos mejor el asunto, conviene saber la diferencia.
Resumiendo, podemos expresar todo lo anterior de la siguiente manera:
el hombre necesita de bienes y servicios para satisfacer sus necesidades, pero los procesos de producción de éstos vienen indefectiblemente acompañados de residuos que, una vez ingresados al medio ambiente, tienen la capacidad de afectarlo e impactar negativamente al hombre y a otros seres vivos.
No obstante, es probable que te surjan algunas preguntas…
- Si la generación de residuos en el ambiente es una consecuencia inevitable de mis procesos productivos, ¿qué puedo hacer para minimizarlo?
- ¿a partir de qué nivel de afectación podemos decir que algo se encuentra contaminado?
En respuesta a 1, podemos decir que es el ámbito de trabajo de los profesionales ambientales, como por ejemplo, un ingeniero ambiental. Ellos se ocuparán de trabajar de manera concreta para que las consecuencias no deseadas de los procesos productivos de bienes y/o servicios afecten lo menos posible la calidad de vida del hombre y que, además, no afecten significativamente el ambiente ni a otros seres vivos.
En respuesta a 2, tendremos que ir a la sección siguiente. Les adelanto que para responder esta pregunta necesitaremos tanto de los profesionales ambientales como de profesionales del derecho.
Definiendo la contaminación
En los casos extremos, podemos decir fácilmente cuándo algo está claramente contaminado. Por ejemplo, si posee un olor nauseabundo, si la fauna y la flora se encuentra claramente afectada o si el aire es irrespirable. Tristemente, conocemos muchos ejemplos globales y locales. En Argentina, tenemos el Riachuelo, uno de los ríos más contaminados del mundo. En este extremo, podemos catalogarlo directamente como una catástrofes ambiental, ya que esos niveles de contaminación son inaceptables para cualquiera. Pero, ¿qué sucede en todos los casos intermedios anteriores a una catástrofe?.
En la búsqueda por una definición que sea lo más general posible me encontré volviendo a revisar mis apuntes de Gestión Ambiental I de la facultad. Allí encontré la definición justa a lo que buscaba. La misma es la siguiente:
Un medio natural, sea éste agua, aire o suelo, está contaminado cuando su composición no se condice con la que se acepta como definición de su estado natural para la situación geográfica y temporal dada.
La palabra clave a remarcar aquí es «acepta«. Por lo tanto, debemos preguntar, ¿cómo determinamos qué es aceptable y qué no?. La respuesta a esto nos va a permitir diferenciar dos maneras distintas concebir la contaminación.
Concepción legal
En primer lugar, el nivel aceptable de contaminación debe encontrarse regulado en un instrumento legal. Para determinar qué está contaminado y qué no debemos basarnos en lo que la ley aplicable a cada circunstancia y jurisdicción de un país establezca. Ésta es la concepción legal de la contaminación. El hecho de que exista un marco normativo legal es sumamente importante porque permite hacer a los contaminadores responsables civil o penalmente de las consecuencias de sus operaciones.
Dicho instrumento legal, debería estar respaldado por estudios científicos que determinen qué efectos corresponden a determinados nivel concentración de un potencial agente contaminante en el medio correspondiente y los riesgos asociados al impacto en receptores humanos. Con los datos sobre la mesa, la autoridad regulatoria determina qué irá a la normativa en función de lo que conciba como el riesgo aceptable y otras prioridades.
Mientras más exigentes son las regulaciones ambientales de un país más costoso es cumplirlas y hacerlas cumplir. Es más costoso para los generadores tener sistemas de tratamiento de altos estándares y es más difícil para el Estado hacer cumplir sus exigencias, ya que necesita recursos para la vigilancia y el control. Por eso, los países en vías de desarrollo suelen tener, en la práctica, estándares de contaminación menos exigentes que los más desarrollados. Los estándares de cada país, o los niveles aceptables de contaminación, son acordes a su realidad económica. Por eso, los valores regulados son priorizados junto a otras cuestiones particulares, como por ejemplo, la necesidad de promover el desarrollo industrial.
Concepción ampliada
En segundo lugar, debemos tener en cuenta que no es posible regular absolutamente todos los agentes contaminantes, o bien, no todas las consecuencias no deseadas son contaminantes en sí mismas. Por estos motivos, el marco legal vigente muy a menudo no es suficiente para asegurar el cuidado del ambiente. Se me ocurren algunos ejemplos:
- El CO2 no es un contaminante en sí mismo (de hecho, lo exhalamos cada vez que respiramos) pero su emisión a la atmósfera de manera sostenida y en grandes cantidades en distintos puntos del mundo genera desequilibrios en el sistema climático global;
- Un país carece de estándares ambientales suficientes, tal como las regulaciones sobre las emisiones de compuestos como las dioxinas y los furanos.
En estos casos, desde el punto de vista del generador (el que lleva a cabo los procesos y genera residuos), es conveniente adoptar una definición de contaminación que sea amplia e independiente de un instrumento legal y que sea, por ejemplo, en función de la afectación potencial al ambiente y la salud de las personas. Esto le permite a los generadores tomar una actitud responsable y hacer lo correcto haya regulaciones o no, lo que le permitirá tener una buena imagen y una buena relación con la comunidad. Sin embargo, lo que es aceptable para unos no es aceptable para otros. Si no hay un marco legal del cual agarrarse en caso de que surjan problemas será mucho más difícil exigir comportamiento de buen vecino.
Lo que es aceptable o no, puede estar determinado por otros actores más allá del Estado o las empresas. Imaginémonos el siguiente caso: una empresa minera quiere instalarse en una localidad para extraer oro mediante el uso del cianuro, un agente altamente tóxico para todos los seres vivos en muy bajas concentraciones. La empresa promete cumplir todos los estándares ambientales exigidos en la legislación aplicable y las autoridades dicen que se van a hacer todos los controles necesarios. Así y todo, la comunidad decide oponerse al proyecto argumentando que no quiere convivir con el riesgo de que alguna vez ocurra un accidente y que los prístinos cuerpos de agua que rodean la comunidad contengan cianuro o algún otro tipo de residuo. Este ejemplo nos da el pie para sostener que, más allá de los estándares ambientales legales, existe una licencia social para operar. Esta licencia, está dada por la legitimidad que un grupo social social es capaz de otorgar para permitir una actividad humana en particular. Esto es exactamente lo que sucedió en Esquel (Argentina) el 23 de Marzo de 2003 (leer historia aquí).
Volviendo a la definición de contaminación, está claro que lo que resulta aceptable o no difiere para distintos grupos de la sociedad en función de sus intereses propios. Debe señalarse que siempre que exista un conjunto de instrumentos legales que regulen el nivel aceptable de contaminación se tendrá más fuerza para exigir su cumplimiento. Además, si está bien diseñado, puede guiar armoniosamente las conductas de los «contaminadores» hacia la reducción continua de sus residuos, o sea, hacia un actitud más responsable con el entorno.
Resumen
Podemos resumir las principales ideas contenidas en este post de la siguiente manera:
- Las actividades humanas que crean valor son indispensables para la prosperidad de nuestras sociedades.
- Los procesos productivos son los que concretamente crean valor para nuestras sociedades. Dichos procesos nos proveen bienes y servicios para nuestro consumo, siendo las consecuencias deseadas de éstos.
- Al mismo tiempo, generan residuos gaseosos, líquidos y sólidos que van a parar al medio ambiente, sea el aire, el suelo y/o el agua.
- La generación de residuos es inevitable ya que no es posible convertir el 100% de los insumos del proceso en productos.
- Por lo tanto, la acumulación de residuos generados en las actividades productivas puede afectar el medio ambiente.
- La afectación del medio ambiente puede impactar negativamente en la calidad de vida del hombre.
- Pero como la generación de residuos de algún tipo es inevitable, se debe determinar qué nivel de afectación es aceptable.
- El principal criterio es el contenido en los instrumentos legales, que dictan cuándo exactamente algo estará contaminado o no, en cuyo caso pueden existir consecuencias penales o civiles para los generadores.
- Pero no todo se encuentra regulado o es posible de regular. Para ello, se deben tomar una concepción más amplia de la contaminación.
- El nivel aceptable puede determinarlo una comunidad, una empresa, el gobierno nacional o sub-nacional.
- La diferencia de opiniones sobre el nivel aceptable responde a los intereses de cada grupo, lo que puede dar lugar a conflictos de distinta índole.
Conclusión
Espero que haya quedado claro que este asunto no es tan sencillo como parece. Si bien la ciencia es capaz de decirnos qué posibles efectos e impactos ambientales pueden llegar a ocurrir, nada nos dirá sobre si son aceptables o no. Este nivel de aceptabilidad es movible y depende de cada sociedad en función de sus posibilidades e intereses. Por un lado, tenemos países como Bután, que con su pequeña economía y su tradición fuertemente budista le da un gran valor y prioridad a las políticas de cuidado ambiental. Por otro lado, tenemos a países como China, que han sacrificado el cuidado del ambiente en pos del crecimiento económico como nunca se ha visto.
La pregunta clave es: ¿cómo hacer para que la contaminación (en sentido amplio) no sea el precio a pagar por la prosperidad?. Existen varias propuestas para desligar la fatídica relación contaminación-prosperidad, como por ejemplo desarrollar mejores tecnologías, cambiar nuestros hábitos de consumo o directamente mudar hacia un estilo de vida completamente diferente (como el caso de la comunidad Findhorn). Lo cierto es que la búsqueda del desarrollo sostenible debe, desde el punto de vista expuesto en este post, procurar encontrar un delicado balance entre los distintos intereses de cada actor. Ese punto de equilibrio deberá encontrarse, además, dentro de la senda hacia un sistema que produzca cada vez menos efectos e impactos ambientales. Claro está, necesitamos de una gran sabiduría para lograrlo.
BONUS: El pasado de la contaminación
¿Ha sido esto siempre así? Bueno, el medio ambiente siempre ha existido y el Homo sapiens ha estado dando vueltas por el mundo desde hace al menos 300.000 años. La gran diferencia con la actualidad es que la escala de los procesos productivos del hombre es incomparablemente mayor a cualquier otra cosa ocurrida en el pasado. Particularmente, la escala de nuestros efectos ha crecido exponencialmente desde la revolución industrial, hecho por el cual varios estudiosos aseguran que vivimos en una nueva era geológica, el Antropoceno, donde el Hombre es la principal fuerza de cambio. Esto no ha sido siempre así, pero la tendencia es clara, partiendo de un mundo vacío nos encaminamos hacia un mundo lleno, de personas, de necesidades y de impactos.
Referencias
- Apuntes de cátedra Gestión Ambiental I de la carrera de Ingeniería Ambiental, docente Ing. Carlos Alberto Sacavini – Pontificia Universidad Católica Argentina
- Sharon Beder “Environmental Principles and Practices: an interdisciplinary introduction”