Cuando se pregunta qué es el desarrollo sostenible (¿o desarrollo sustentable?) nadie duda en responder con la muy popular definición de Brundtland: «Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades». Si bien esta sabia respuesta marca el camino, no deja de ser una expresión de deseo hacia donde queremos que llegar.
Lo que aún no está muy claro verdaderamente es cómo lograrlo. Lamentablemente, nadie posee la «receta» para alcanzar el desarrollo sostenible, peor aún, algunos incluso dudan de que exista. Esto se debe a que no estamos 100% de acuerdo acerca del problema de fondo que queremos resolver y cada interpretación del mismo trae aparejada una propuesta distinta de solución (que no necesariamente lo resuelve).
En este post me propongo ayudarte a ordenar algunas ideas para que entiendas de una manera más concreta este difícil concepto.
Introducción
Alcanzar el desarrollo sostenible es sin dudas uno de los grandes retos del nuevo siglo y no es opcional. Lo primero que debemos entender es que el grado de desarrollo actual que se ha alcanzado en muchas partes del mundo es ha sido a expensas del medio ambiente. Las consecuencias de esta prosperidad puede ser listadas de manera no exhaustiva de la siguiente manera:
- calentamiento global,
- destrucción de la capa de ozono (aunque haya síntomas de recuperación),
- transporte de contaminantes persistentes,
- degradación de ecosistemas,
- pérdida de biodiversidad,
- desertificación de suelos,
La cuestión ambiental resulta ser, entonces, el móvil principal de la búsqueda del desarrollo sostenible. Emprender este recorrido resulta una tarea verdaderamente compleja porque abarca transversalmente una gran cantidad de aspectos de la realidad con interrelaciones no del todo comprendidas, hecho que nos requiere obligadamente cooperar entre los distintos ámbitos del saber, a saber: ingenieros, biólogos, abogados, economistas, administradores, físicos, químicos, sociólogos, entre otros. Como anticiparán, por lo que no es un tema del cual se deba hablar con liviandad ni con reduccionismos (siempre peligrosos).
La definición del Informe Brundtland tiene la virtud de comprender el Desarrollo Sostenible como un compromiso ético de las actuales generaciones para con las futuras, sin más precisiones. Por ser tan general y benévola nadie se atreve contradecirla, lo que la hecho comúnmente aceptada en todo ámbito. El costado negativo es que grupos de ecologistas, políticos, emprendedores, economistas, periodistas y empresas usan indiscriminadamente el término «desarrollo sostenible«. Esta masificación hace que muchas veces se tilde la «cuestión ambiental» de ser una tema de marketing vacío y sin contenido, una expresión políticamente correcta que sólo logra pintar la fachada de verde. Otras veces, se intercambia la palabra «desarrollo» por «crecimiento», asumiendo que son términos equivalentes. Aunque en realidad, son conceptualmente muy distintos ya que mientras el desarrollo puede ser infinito, el crecimiento tiene un límite.
La complejidad de misión y la profundidad de los cambios que necesitamos resultará en una transformación de nuestras economías y sociedades si es finalmente queremos alcanzar la verdadera sostenibilidad.
La insostenibilidad
Entonces, ¿para qué necesitamos de un desarrollo que sea sostenible? ¿para frenar el calentamiento global? ¿para que no haya más contaminación? A mi entender, el objetivo final del desarrollo sostenible es la permanencia de nuestro tipo sociedad tal cual la conocemos hoy. Esto es, permitir desarrollarnos continuamente para que todos alcancemos un nivel de vida aceptable sin provocar graves e irreversibles consecuencias ambientales por agotamiento de recursos y/o por sobrepasar la capacidad de carga de los ecosistemas. Desde luego, estas dos deben ser las condiciones límite de un modelo económico-social sostenible.
Para definir precisamente la sostenibilidad, primero listaré cuáles son los factores actuales que hacen a nuestra civilización insostenible:
- Crecimiento: Definido por la Economía Ecológica como el aumento cuantitativo de las dimensiones físicas de la Economía y/o de la corriente de residuos producida por ésta. Hoy día, la gran mayoría de las políticas públicas de los países para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes apelan al crecimiento económico, en particular, al crecimiento del Producto Bruto Interno como medida de éxito. Sin embargo, está demostrado que el PBI no es un indicador confiable para estimar el bienestar o la felicidad de las personas, el cual debería ser el objetivo final de las soluciones provistas por la ciencia económica. Como dijo Kenneth Boulding en los ’60: “Quien crea que es posible un crecimiento infinito en un planeta finito, o es un loco o es un economista».
- Dependencia energética. El hecho que nuestra sociedad haya alcanzado tal grado de complejidad y tamaño físico se debe a la enorme cantidad de energía disponible en los combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón) que hemos estado aprovechando fuertemente desde hace apenas 300 años. Esta explosión energética no tiene antecedentes en la historia de la humanidad. En particular, el petróleo es lo que ha permitido el desarrollo de la sociedad industrial gracias a tres características: (i) su elevada densidad energética, (ii) su elevada Tasa de Retorno Energética (aunque decreciente con el tiempo), y (iii) su amplio espectro de productos derivados (plásticos, lubricantes, petroquímicos, carbón de coque, combustibles líquidos, etc.). Por estas razones, la realidad es que hoy día ningún otra fuente puede sustituir al petróleo.
- Pico del petróleo. Aquí es donde el problema empieza a adquirir una dimensión preocupante. El sustento de nuestra civilización depende de un recurso finito que ya está empezando a mostrar síntomas de agotamiento. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) reconoció sutilmente en su World Energy Outlook del 2010 y 2012 que la producción de petróleo convencional alcanzó un pico en el año 2005/2006, lo cual dificulta para seguir el paso de la demanda creciente. Según este informe, los pronósticos de crecimiento sostenido de la oferta se sustentan principalmente en «campos conocidos aún por desarrollar», «campos aún por descubrir» y en Líquidos del Gas Natural. El reciente crecimiento observado en el volumen producido se debe a los hidrocarburos provenientes de yacimientos no convencionales, principalmente el Shale Oil y las Tar sands, no al petróleo convencional. Como sucede con cada recurso, primero obtenemos el petróleo de mejor calidad y el más accesible, a medida que lo vamos agotando debemos incurrir en mayor esfuerzo (energía) y mayores costos para obtener una nueva unidad del mismo. La ley de los rendimientos decrecientes opera sin remordimientos, por lo que la era del petróleo abundante y barato pareciera estar llegando a su fin (ver aquí «Argentina, el fracking y el mundo«).
- Pico y escasez de otros recursos. Al igual que con el petróleo, el gas, el carbón, las tierras raras, el litio, el uranio y otros recursos no renovables, también presentan límites en cuanto a la capacidad de satisfacer las demandas futuras. Hay mucha discusión, por ejemplo, en determinar si la energía nuclear es una fuente sustituta del petróleo, pero lo que pocas veces se discute es si el límite de su combustible principal, el uranio, alcanzaría para un despliegue a gran escala. Por otro lado, las tierras raras son fundamentales para la elaboración de productos tecnológicos necesarios para la vida moderna: smartphones, laptops, baterías, paneles solares, generadores eólicos, entre otros. El 97% de ellas provienen actualmente de China, lo cual es un factor que otorga una posición geopolítica ventajosa para este país y gran dependencia (y dolor de cabeza) para el resto del mundo. Además, su utilización en pequeñas cantidades junto a otros componentes hace actualmente que sean difíciles de recuperar y reciclar para usar nuevamente. Por lo tanto, el desafío está en la dificultad de escalar globalmente soluciones que dependan de recursos escasos y cada vez más competitivos, y en la obtención de los mismos en un contexto de escasez de energía primaria (el petróleo).
- Superpoblación y aspiraciones materiales: Los actuales 7.200 millones de habitantes vivimos «en y de» la Tierra. Claro está, la meta es satisfacer las necesidades básicas de todos. Dado que aproximadamente un tercio de la población mundial (2,200 millones) son pobres, eventualmente también querrán elevar su calidad de vida material y contar con un smartphone, una heladera, calefacción, televisores, autos, viajar, etc. tal como las naciones más desarrolladas y siempre aspirando a un nivel de vida como en EEUU y Europa. El argumento es conocido: todas estas necesidades materiales necesitan de las manufacturas a escalas industriales -> todo proceso industrial necesita recursos en forma de materia prima -> esta materia prima es el capital natural finito que existe en la Tierra, como el carbón, la madera, el petróleo, el gas, el aluminio, hierro, litio, silicio, uranio, y muchos otros, todos ellos agotables y a la vez esenciales. Estados Unidos con el 5% de la población mundial consume el 25% de la energía total producida , por lo que el ciudadano estadounidense consume 5 veces más que el ciudadano promedio del resto del mundo. El fin del argumento es que si cada ciudadano tuviera el estándar de vida del ciudadano promedio Estadounidense, se necesitaría, por ejemplo, elevar la producción de energía mundial 5 veces. Y se estima que para el 2050 seamos 10.000 millones de habitantes. Si hoy día ya se convivimos con un sinnúmero de síntomas por la degradación ambiental, ¿cómo vamos a hacer para mejorar en un contexto cada vez más difícil? Quizás debamos ir aprendiendo de la frase que dice: «hay gente que pasa su vida haciendo cosas que detesta para conseguir dinero que no necesita y comprar cosas que no quiere para impresionar a gente que odia«.
- Degradación ambiental: la calidad de nuestro ambiente se degrada como consecuencia del impacto de nuestras actividades, y lo podemos ver en distintos temas..
- Calidad del suelo: erosión de la cubierta vegetal, lavado del suelo, salinización.
- Agua dulce: agotamiento de los acuíferos que tardan miles de años en reponerse.
- Deforestación: Tala de árboles a una tasa mayor de la que vuelven a crecer.
- Extinción de especies: a medida que construimos más estructuras y ocupamos más tierras, desplazamos el hábitat que otras especies usan, o directamente lo contaminamos.
- Contaminación de distintos tipos: metales pesados, ruido, material particulado, radiación, compuestos orgánicos persistentes, dioxinas y furanos, etc.
- Tierra cultivable por persona: disminuye a medida que la población aumenta.
- Calentamiento global: es el aumento observado en los últimos siglos de la temperatura media del sistema climático de la Tierra. Según el IPCC, «causado por las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) producidos por las actividades humanas». El tema del cambio climático es quizás el más popular de todos los mencionados hasta ahora y uno de los que amenaza con causar mayores desequilibrios ecológicos y sociales.
Hasta aquí, he presentado un conjunto de temas que nos obligan a repensar si hemos hecho bien las cosas y si estamos bien encaminados. Debemos tener presente que tanto la degradación ambiental de los ecosistemas de los cuales dependemos, el cambio climático, el crecimiento exponencial de la población, el incremento de la calidad de vida en los países emergentes, el consumismo de los desarrollados, la dependencia energética al petróleo y su disponibilidad cada vez menor, son fenómenos que ocurren SIMULTÁNEAMENTE en un sistema global sumamente interdependiente y complejo. Esto evidencia que el problema de la sostenibilidad no puede pensarse sólo desde lo local o lo global, ni tampoco que pueden obtenerse resultados significaticos con acciones simples. Los tres pilares, económico, social y ambiental, se encuentran inseparablemente ligados.
El desafiante reto del siglo XXI es, entonces, cómo satisfacer las necesidades presentes y futuras sin sobrepasar los límites de la escasez de recursos (energía y materia) ni los límites ecológicos y climáticos, ya que estos dos son los factores que pueden desencadenar rupturas en el delgado equilibro del tejido económico-social global con consecuencias difíciles de pronosticar. Una cadena no es más fuerte que su eslabón más débil. Volviendo a K. Boulding, el crecimiento (material) infinito en un mundo finito es imposible desde cualquier punto de vista.
Por lo tanto, una de la principales propuestas para lograr un desarrollo sostenible es contar con un sistema económico-social que conviva con los límites físicos en los cuales se encuentra inmerso. Sin dudas, más fácil decirlo que hacerlo.
Las «leyes» de la sostenibilidad
Llegados a este punto, voy a presentarles las tres reglas del economista ecológico H. Daly para ayudar a definir cuáles son los límites sostenibles:
- Para una fuente renovable (suelo, agua, bosques, peces), la tasa de consumo sostenible no debe ser mayor a la tasa de regeneración de su fuente. Así, por ejemplo, la pesca es insostenible cuando el ritmo de capturas es superior a la tasa de crecimiento de la población de peces restante.
- Para una fuente no renovable (combustible fósil, menas minerales de alta pureza, acuíferos de profundidad), la tasa de consumo sostenible no debe ser superior a la tasa con que un recurso renovable, utilizado de modo sostenible, puede sustituirla. Por ejemplo, un tanque de petróleo se consumiría de modo sostenible si parte de los beneficios obtenidos del mismo se invirtiera sistemáticamente en R&D de energías alternativas, parques eólicos, paneles fotovoltaicos y plantaciones de árboles, de manera que cuando el petróleo se haya agotado todavía esté disponible un flujo equivalente de energía renovable.
- Para un contaminante, la tasa de emisión sostenible no debe ser mayor que la tasa con la que este contaminante puede ser reciclado, absorbido o neutralizado en su sumidero. Por ejemplo, las aguas residuales pueden verterse en una corriente de agua superficial o un lago de modo sostenible a un ritmo no mayor al que las bacterias y otros organismos pueden absorber sus nutrientes sin desbordad y desestabilizar a su vez el ecosistema acuático.
De estas reglas podemos definir, a su vez, tres criterios prácticos:
- Sobre los recursos renovables: ¿Están utilizándose con mayor rapidez que la velocidad a la que se regenera?
- Sobre los recursos no renovables:
- ¿Con qué rapidez se consumen los materiales de alta calidad?
- ¿Cómo evoluciona el coste real de la energía y el capital necesario para suministrarlos?
- ¿En qué se están invirtiendo los beneficios de su utilización?
- Sobre contaminantes y residuos: ¿Son neutralizados con suficiente rapidez o se acumulan en el medio ambiente?
Las tres reglas de Daly y los criterios derivados permiten explicar de manera concreta el por qué de la insostenibilidad actual. Pero más interesante aún, son el punto de partida para construir soluciones de manera verdaderamente sostenible tomando en consideración los límites físicos con los que nos topamos si el subsistema económico quiere crecer materialmente por encima del sistema que le hace de sustrato (en nuestro caso la Tierra).
Para ver la mirada de otro autor acerca de la sostenibilidad, pueden ver en este blog «las leyes de la sostenibilidad de Al Bartlett«.
Comentario final
Finalmente, pareciera ser que el desarrollo sostenible no se encuentra a la vuelta de la esquina. La continuación del Business as Usual apalancado por el crecimiento exponencial de la población y por ideales de calidad de vida a la «American Way» no parecen ser el camino a seguir, ya que el crecimiento económico viene junto a un crecimiento de la presión ambiental (paradoja del crecimiento).
Está muy extendida la idea de la curva de Kuznets, con forma de U invertida, que nos dice que la presión ambiental disminuye luego de haber alcanzado cierto punto de crecimiento económico, pero la misma no es de aplicación universal ni aplicable a todos los componentes de la degradación ambiental, por lo que no podemos tomarla como evidencia ni justificación de que la solución sea perseguir el crecimiento económico a todo costo, huyendo hacia adelante.
Está claro que no podemos resolver problemas del siglo XXI con paradigmas e ideas del siglo XIX ya que nuestro mundo se encuentra en una situación diferente a cualquier otro momento histórico previo. No me convence del todo creer que todas las personas de todos los países van a satisfacer sus necesidades básicas con los modelos de desarrollo actuales. Quizás el mundo nunca será perfecto, pero sí perfectible.
En los próximos 50 años el problema de la insostenibilidad se va resolver de una manera o de otra, ya que ese es el horizonte temporal de los desafíos en frente nuestro. Pero para resolver cualquier problema, primero hay que reconocer que existe. Mejor tomar las riendas del mismo a tiempo y de manera consciente. Como señala Jared Diamond, el gran desafío a superar en las civilizaciones que están alcanzando sus propios límites se da entre la incompatibilidad de los intereses de corto plazo de las élites con el interés de largo plazo de toda la sociedad. La búsqueda del desarrollo sostenible, de nuestra permanencia, es tanto un desafío técnico como social.
La buena noticia, es que estamos ante en un caso en donde aún tenemos cierto control de la situación. No se trata de un asteroide dirigiéndose directo hacia la Tierra. Son todos problemas que nosotros mismos hemos creado y que, si bien no son todos irreversibles, podemos salir de ellos con el ingenio de la raza humana al servicio de nosotros mismos.
Mi propósito es ayudarte a comprender mejor las cuestiones ambientales con el fin de que puedas, desde tu lugar, contribuir positivamente con la búsqueda de soluciones verdaderas. Me propongo lograr este objetivo compartiendo mis experiencias y aprendizajes a medida que desarrollo mi profesión en el mundo de la sostenibilidad. Me formé como Ingeniero Ambiental en la Pontificia Universidad Católica Argentina y luego hice un Master en Ciencias (MSc) en Sostenibilidad Ambiental en la Universidad de Edimburgo gracias a una beca Chevening.