«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto.» 

Charles Dickens (1812-1870) – Escritor y novelista inglés

El mundo de las ideas y el futuro

Todos los problemas del mundo tienen solución. La pobreza, la contaminación, el calentamiento global, el desempleo y la guerra también. Nadie lo sabe mejor que los políticos. Las promesas de cada uno, desde su ideología, harán que cada uno de estos temas se resuelva. Aun así, a las palabras se las lleva el viento. Cualquiera que haya intentado hacer “algo” en su vida sabrá que el reto de cualquier idea, de cualquier propuesta de solución, se encuentra en la ejecución. Allí reside el verdadero desafío.

El mundo de las ideas es perfecto. Allí esbozamos cada solución a cada problema según nuestro antojo. Podemos creer que la Tierra es plana y se encuentra sostenida por cuatro elefantes montados sobre la caparazón de Gran A’Tuin, la tortuga estelar. Sin embargo, ese mundo ideal que nos gusta imaginar se desmorona cuando nos damos cuenta que solo se encuentra en nuestra cabeza. De hecho, el mundo no es perfecto ni imperfecto, el mundo simplemente es, independientemente de lo que pensemos de él.

En la antigua Grecia el Oráculo de los Delfos era el lugar de consulta a los dioses para saber qué ocurriría en el futuro. Múltiples culturas han preguntado a sus dioses el destino de sí mismos, de otros y del universo. Esto no ha cambiado. La fascinación por el futuro se mantiene hasta nuestros días, sólo han progresado las herramientas. Al mismo tiempo, solemos ser muy malos conviviendo con la incertidumbre. Parecería que la vida se significa cuando todo tiene una respuesta.

Por suerte, las personas civilizadas de pensamiento occidental ya no recurren a los antiguos saberes ni dioses para anticiparse al futuro, sencillamente necesitamos preguntarle a un buen economista y él nos dará una respuesta con precisión decimal. Esto es así porque la ciencia económica ocupa innegablemente el rol central en todas las decisiones de alto nivel, lo cual nos da una idea de los fines que maximiza el sistema. Ante la corriente predominante, todos los problemas encontrarán una solución sabiendo mover, como si de un ajedrez se tratara, las principales variables económicas de cada modelo. Pero a mí me da la sensación que el mundo que perciben pertenece al mundo de las ideas, como Gran A’Tuin, la tortuga estelar. El desafío está en la ejecución, la ejecución se da en plano del mundo físico, y el mundo físico impone siempre restricciones, límites e incertidumbre.

La economía, como ciencia social, posee tantos grados de libertad que no pueden ser abarcados completamente por modelos matemáticos. El futuro es desconocido y esencialmente impredecible cuando hay humanos de por medio. Todos los problemas podrán ser resueltos dicen, sí, pero desestiman que todo funciona siempre y cuando podamos alimentar la maquinaria económico-social con suministros constantes y crecientes de energía. Lamentablemente, esta premisa no es parte de los postulados de la economía neoclásica.

La importancia de la energía

¿Puede esa condición de la energía constante y creciente ser cumplida? Cada vez que un recurso se agote se podrá sustituir por otro, la tecnología será lo suficientemente avanzada para resolver cualquier problema de escasez y siempre se podrán reducir los costos para aumentar el beneficio. Es el paradigma tecnocrático en acción. ¿Pero podemos depositar el futuro de nuestros nietos en esta fe tan fuerte en la tecnología?.

Cada texto universitario de economía presenta al sistema económico frente al mundo como si fuera materialmente inagotable, pero como ya sabemos nuestra Tierra posee recursos finitos. Más específicamente, se trata de un sistema materialmente cerrado y permeable a la energía solar. Entre 100 y 200 años atrás, cuando se gestaron las ideas económicas centrales de la actualidad, la Humanidad tenía aún margen para el crecimiento físico. Hoy ese mismo mundo se encuentra “lleno”, nos estamos quedando sin opciones para reemplazar una cosa por otra. Por ende, todos los problemas tendrán una solución, pero si seguimos empleando las mismas ideas “de siempre”, la riqueza de unos pocos será cada vez más a costa de la pobreza y el sufrimiento de otros muchos. La idea principal que sostienen muchos especialistas es que la economía del crecimiento puede estar llegando a su cenit debido a los límites impuestos por el mundo físico. Es tiempo de replantear nuestro modelo económico de manera estructural.

El Nobel en química Richard Smalley enumeró en este paper los problemas más importantes de la humanidad para los próximos 50 años. Los mismos, en orden de prioridad, son:

  1. Energía
  2. Agua
  3. Alimentos
  4. Medio Ambiente
  5. Pobreza
  6. Terrorismo y guerras
  7. Enfermedades
  8. Educación
  9. Democracia
  10. Población

Corolario: todos los problemas del mundo se pueden resolver si disponemos siempre de energía abundante y barata. Por ejemplo, en un planeta de agua como el nuestro no podemos decir que hay escasez de agua, sino más bien escasez de agua apta para consumo humano. Si la energía no fuera un problema, podríamos desalinizar el agua de mar y transportarla a cualquier lugar, irrigar los desiertos y los suelos pobres para producir suficiente alimento para la creciente población. Las guerras actuales, cuyo trasfondo es la lucha por los recursos, no tendrían sentido si la generación de energía estuviera democráticamente distribuida. Se podría satisfacer también a toda la población y su demanda futura en todo aspecto material. En resumen, la energía es el asunto más importante por el impacto que tiene en nuestra prosperidad, ningún problema de la lista de Smalley podría ser resuelto sin ella. Es por eso que la energía abundante y a bajo costo obtenida del petróleo convencional es la que permitió desarrollar una sociedad altamente compleja e interconectada como la de hoy día.

Pero esos tiempos de abundancia parecen haber pasado. Estamos ahora entrando en la fase en que tenemos que encontrar soluciones de una nueva manera e incluso replantear el problema y la manera de resolverlo. En la situación que nos encontramos hoy el desenfrenado crecimiento económico ha dejado, entre otras, las siguientes consecuencias:

  • Debemos extraer agua de acuíferos cada vez más profundos o desalinizar el agua del mar para proveer a una población creciente, ya que los acuíferos más cercanos a la superficie están contaminados o agotados.
  • A su vez, a medida que aumenta la población necesitamos aumentar artificialmente la productividad de la tierra arable (disminuyendo así las hectáreas de tierra arable por persona).
  • Se requieren yacimientos cada vez más grandes ya que las menas de alta concentración se encuentran agotadas, en consecuencia, nos vemos obligados a explotar yacimientos menos productivos.
  • Requerimos más equipamiento de control ambiental a medida que aumenta la escala de los emprendimientos industriales, y con ella la contaminación potencial (generación de residuos, efluentes líquidos y emisiones atmosféricas).
  • El petróleo debemos extraerlo de ubicaciones cada vez más profundas y remotas, aumentando así la energía necesaria para extraer la misma cantidad de energía que antes.

Todos estos ejemplos son distintas expresiones de la ley de los retornos decrecientes.

En estos términos y considerando que la producción mundial de crudo convencional (el que se extrae con pozos llamados convencionales) se encuentra estancada desde el año 2005/2006 (según reporta la Agencia Internacional de la Energía). Es probable que la presente crisis económica en la que se encuentra sumido el mundo desde el año 2008 tenga que ver con un nuevo tipo de crisis global del petróleo. Esta situación, impulsada por el sistema económico que va alcanzando sus propios límites, se manifestaría en una crisis financiera (como sostiene la experta Gail Tverberg y otros autores), ya que las necesidades de crecimiento requeridas para el funcionamiento de la economía (pago de deudas por capital invertido por ejemplo) no se pueden sostener por la actividad real. Volviendo al tema económico, los expertos economistas sostienen que la crisis es pasajera y la energía un simple insumo más. ¿A quién preguntarle entonces por el antídoto correcto?.

Aprovecho para hacer nuevamente una breve mención acerca del optimismo tecnológico. Muchas escuelas de pensamiento actuales y con gran influencia siguen esta línea. Sus defensores y evangelistas minimizan los asuntos presentados con anterioridad arguyendo que la ciencia y la tecnología por sí solas serán capaces de resolver todos los problemas sociales y ambientales del mundo sin necesidad de pensar fundamentalmente en la estructura o fines de nuestra economía basada en el crecimiento económico, una apuesta sin dudas riesgosa si consideramos cómo está dirigido el sistema científico internacional (ver aquí “El sistema científico en el mundo y Argentina“). Es probable que los nuevos descubrimientos de este siglo cambien profundamente la estructura económico-social, pero el costo de no llegar con soluciones absolutamente disruptivas a tiempo puede ser demasiado alto. Por ejemplo, una gran apuesta está en las posibilidades de aprovechar la energía solar con altísima eficiencia y a bajo costo gracias al uso de nuevos materiales nanotecnológicos. Sin dudas prometedor, pero aún no lo tenemos.

Comentarios finales

Entonces, ¿todos los problemas del mundo se van a resolver? La preocupación expresada en el otro párrafo, compartida seguramente por todo aquél que aborde la cuestión energética cabalmente, provoca un verdadero sentimiento de angustia. ¿Estamos a tiempo de resolver los problemas de los 7.300 millones de personas?. Por otro lado, ¿en qué se están utilizando hoy los recursos fósiles más importantes que la Humanidad ha conocido?. Después de esto, es casi imposible no preguntarse por temas importantes como la sostenibilidad de nuestra sociedad, el fin que persigue el sistema económico, el rol de los gobiernos y también las acciones diarias que guían nuestra propia vida. Paralelamente, tenemos que considerar los avances impresionantes de las tecnologías exponenciales de la información que están revolucionando nuestra manera de ver y relacionarnos con nuestro entorno como nunca antes. Eso es un hecho, y sin lugar a dudas tienen la posibilidad de que sean los vehículos que posibiliten el cambio cualitativo que necesitamos. Pero el punto hasta el cual podemos confiar ciegamente en ellas es discutible. Como dice Dickens, es el mejor de los tiempos y es peor de los tiempos.

El panorama es indudablemente difícil, aun así, creo que podemos resolver genuinamente muchos de todo esto. Desde mi punto de vista. va a correr mucha agua bajo el puente antes de que nuestro sistema adopte una forma mejor, ya que los intereses de largo plazo de la sociedad en general entran en conflicto con los de corto plazo de los grupos que ostentan el poder y del mercado. Como he dicho en otro post, el mundo nunca será perfecto pero sí perfectible. Podemos hacer de todo esto un lugar mucho mejor, sin embargo no debemos creer en la soluciones mágicas ni simplistas propias de los mundos ideales, hay mucho trabajo por hacer desde lo práctico y lo teórico. Lo seguro es que, si seguimos la actual senda que recorren los decisores de nuestro futuro común, no resolvamos ni la mitad de los problemas de nuestro mundo.