«Ninguna clase de vida humana, ni siquiera la del ermitaño en la agreste naturaleza, resulta posible sin un mundo que directa o indirectamente testifica la presencia de otros seres humanos.»

Hannah Arendt (1906 – 1975) – Filósofa y teórica política alemana.

¿Qué relación existe entre la creciente demanda de granos de soja por parte de China y el problema de la deforestación en Brazil, Paraguay y Argentina?

Una de las cosas que aceptamos al vivir en el mundo globalizado es que para todo dependemos de otros. Esta naturaleza interdependiente hace que eventos aparentemente lejanos nos puedan afectar directamente en el corto o mediano plazo sin preaviso. La contracara, claro está, es que esa interdependencia generar riesgos con los que debemos convivir. Un caso típico son los países que, si no pueden autoabastecerse de un recurso en particular, deberán importarlo de otro que lo produzca para suplir la brecha de producción-consumo, tal es el caso de los alimentos, energía, productos finales, etc. Ahora, ¿qué pasa si mis alimentos dejan de llegar porque las empresas que comercializan tienen problemas o hubo desastres naturales que impidieron la importación?

Una manera de sobrellevar esos riesgos es mediante la construcción de resiliencia, es decir, pensando y poniendo salvaguardas que permitan absorber eventuales impactos. Sin dudas, los países y empresas que entiendan esto, podrán convertir estos riesgos en oportunidades y obtener así ventajas competitivas y liderazgo.

En este post les presentaré un caso interesantísimo que une riesgo, resiliencia, países y empresas, y que nos permitirá responder la pregunta planteada al comienzo. Promover la convergencia de intereses de largo plazo de todos los actores es una necesidad urgente y una importante contribución a la sostenibilidad ambiental.

Introducción

Actualmente, existe una interdependencia creciente entre China y Sudamérica respecto al suministro de alimentos. En particular Brazil, Paraguay y Argentina son sus socios importantes para suplir el déficit de soja que posee el gigante asiático. Brazil ha desplegado cuantiosos esfuerzos para frenar el avance del frente sojero sobre sus bosques. Sin embargo, la falta de infraestructura logística del país sumada a la creciente demanda por parte de China y a las ventajas comparativas de los países vecinos mencionados, ha incentivado que parte de la producción se expanda a estos últimos.. La consecuencia no deseada de esto ha sido el crecimiento de la deforestación en estos dos países, generando un grave problema que afecta a todas los actores involucrados y cuya solución es compleja.

Veamos cual es el caso para cada actor:

  • A nivel país exportador. La expansión de la frontera agrícola en Paraguay y Argentina produce la pérdida de bosques nativos de altísimo valor biológico y conflictos de tierras que se manifiestan socialmente.
  • A nivel empresa. Las empresas multinacionales involucradas han hecho importantes promesas y campañas públicas de «deforestación cero«, cosa que se les hace difícil de cumplir debido a las vulnerabilidades institucionales de los países en los que operan.
  • A nivel país importador. China necesita asegurar un suministro de granos a largo plazo para alimentar a su población cada vez más rica económicamente.

El caso de la soja pone de manifiesto la interdependencia de la cual hablábamos previamente y eleva el desafío de la gobernanza para la protección de los bosques como un interés común que debe ser afrontado conjuntamente por cada parte interesada.

Los subproductos del crecimiento Chino

China, el Imperio del Medio, es uno de los países que más rápido ha crecido en la historia, con un crecimiento de PBI a tasas altas y de forma sostenida por varios años. Si bien cuánto es desde luego una cuestión importante, en tanto permite desarrollar las múltiples facetas de un país, poco se dice acerca de cómo se crece, es decir, sobre calidad del crecimiento. El PBI es un indicado útil pero no puede ser nunca el único indicador de éxito.

El punto es que el crecimiento económico tiene un costo que no es cuantificado por lo indicadores económicos tradicionales. En el caso de China, este crecimiento vertiginoso ha traído consigo un costo ambiental que es ampliamente reconocido. Es la muestra clara de que el sistema económico está íntimamente ligado a los ecosistemas naturales, ya que de ellos se nutre, y en ellos vierte también sus desperdicios, tal como nos enseña la economía ecológica.

¿Cuál ha sido entonces el subproducto del crecimiento Chino? En el año 2014 el gobierno decide publicar estadísticas ambientales sobre la calidad del suelo que hasta entonces eran secreto de estado. El reporte encontró que el 16% de todo el suelo del país y el 19% el toda la tierra cultivable se encuentra contaminada en distintos grados y que la mayoría de los contaminantes son subproductos conocidos de la minería y la industria pesada, tales como los metales pesados cadmio, níquel y arsénico. A estos datos debemos sumar las ya conocidas consecuencias la grave contaminación del aire de las ciudades

Por el otro lado, el Banco Mundial en un tono atípicamente alarmante ha previsto que la situación del agua en China afronte “consecuencias catastróficas para las futuras generaciones” a menos que el uso y la extracción de agua encuentren un balance sustentable. El motivo para decir esto es que 11 de las 31 provincias de China se encuentran bajo estrés hídrico, y además el 80% de la agricultura depende del agua de riego (mayormente del río Amarillo y el Yangtzé). No sólo los acuíferos muestran síntomas de agotamiento, sino también los ríos, donde se estima que la mitad de ellos se encuentran no aptos para consumo humano.

La Llanura del Norte de China, que se extiende sobre 3 de estas provincias con estrés hídrico, produce la mitad del trigo, maíz y algodón, y es considerada central para el crecimiento proyectado de la producción de granos. El problema es que esta región posee el 66% de toda la tierra cultivable y sólo el 20% del agua dulce disponible. Es por esto que la consultora estratégica Mckinsey estima que para el 2030 China enfrentará un déficit de agua de 200.000 millones m3, equivalente al 25% de la demanda total de agua del país.

Conocer las dificultades que tiene China para alimentar a toda su población y las presiones ambientales a las que se encuentra sometida nos permite poner en contexto el por qué del interés chino en la soja sudamericana. Además, este tipo de análisis nos da una idea para entender hacia dónde se dirige la geopolítica del gigante asiático.

La creciente demanda de una China global

Desde 1950 el país ha mantenido su política y objetivo de autoabastecimiento agrícola. Sin embargo, en el 2014 la cúpula comunista dio fin a esta política, reduciendo los requerimientos de autoabastecimiento de los principales granos. Como es de esperar, la mirada la pusieron en los mercados de ultramar.

Debido al fuerte crecimiento del consumo de productos alimenticios como la carne y la leche, las necesidades de alimentos basados en granos para alimentar a estos animales también ha crecido. Este hecho se evidencia en el aumento entre el 2000 y el 2012 de la importación de cereales, de 3 a 14 megatoneladas, y de granos de soja, de 13 a 59 megatoneladas.

La escasez de tierras cultivables, el estrés hídríco en regiones agrícolas y la contaminación extendida del suelo y el agua imponen restricciones importantes a la producción local de granos como el trigo y el arroz. A su vez, refuerza la estrategia de importar granos no vitales e intensivos en consumo de agua como la soja. He aquí el quid de la cuestión. Para responder a esta realidad, China busca extender su control sobre los precios de estas commodities que compra a los traders globales y en los términos de las condiciones de su abastecimiento.

Los conflictos sociales y ambientales en Sudamérica

Ya habíamos anticipado que Brazil, Paraguay y Argentina destinaban parte de la soja que demanda el mercado chino. En el 2009, China importaba la mitad de toda la soja exportada globalmente. Este gran aumento de la demanda se vio reflejado en Sudamérica durante el período 2001-2011 en un aumento de la superficie cosechada de soja del 94% en Paraguay, 63% en Argentina y 53% en Brazil.

Sin embargo, este crecimiento no ocurrió de igual manera en cada país. Brazil ha liderado una serie de reformas legales para la conservación forestal y ha aumentado su vigilancia para asegurar el cumplimiento por parte de la industria. Las consecuencias han sido muy positivas, ya que desde el 2006 la soja no es más considerada un driver principal en la deforestación del Amazonas brasilero.

Brazil posee un gran potencial para expandir su producción agrícola de una manera responsable, sin embargo, la falta de infraestructura y los cuello de botella logísticos configuran una importante barrera que les resulta limitante. Por ejemplo, en Marzo del 2013, una línea de camiones cargados con soja originó una cola de 24 km, mientras 212 barcos esperaban en el puerto. Esto ha ocasionado que el crecimiento de la demanda se haya trasladado a Argentina y Paraguay, donde los costos son menores y las regulaciones ambientales más laxas.

Desgraciadamente, en los otros dos países la expansión del frente de soja fue a expensas de los bosques. En la región chaqueña argentina 27.000 km2 fueron deforestadas entre 1972 y 2011, pero el 56% ocurrió sólo después del 2012, período que se corresponde con el comienzo de la expansión sojera. En la región chaqueña de Paraguay, 2,6 km2 de bosque se perdieron en el 2013, y durante los 5 primeros meses del 2014, la deforestación continuaba a un paso de 4,16 km2 por día. Verdaderamente preocupante.

Por otro lado, la crisis política que vivió Paraguay en el 2012 con el derrocamiento del entonces presidente Fernando Lugo tuvo un detonamiento por un conflicto de tierras que ocasionó un violento enfrentamiento entre policías y campesinos en Curuguaty, 400 km al norte de Asunción. Los problemas no resueltos de larga data de Paraguay (y de tantos países en Latinoaméríca) como la redistribución de las tierras, la pobreza, la seguridad alimenticia, se refuerzan mutuamente hasta llegar a situaciones coyunturales como la ya mencionada. Esto representa un riesgo para las empresas que están asentadas allí, porque por un lado siempre es difícil estar rodeado de conflictos y por el otro porque pueden perder la llamada “licencia social” para operar, perjudicando así el normal desempeño productivo y poniendo en riesgo la cadena global de suministro.

El rol de las empresas multinacionales

Ante este escenario descripto, está claro que las empresas globales que son parte de la cadena de suministro de la soja tienen un rol clave. Sólo en Argentina, el 80% de todas las exportaciones de soja del 2012 fueron hechas por ADM (EEUU), Bunge (EEUU), CHS Argentina (EEUU), Dreyfus (Holanda), Cargill (EEUU), Nidera (Holanda) y Toepfer (Alemania).

Como se vio en un anterior artículo en este blog («la necesidad de un consumo responsable”), establecer la procedencia de cada producto es un verdadero desafío. Sin embargo, ante la presión de organizaciones civiles que velan por el cuidado de los bosques, muchas de estas multinacionales fueron expuestas y denunciadas públicamente por sus prácticas dañinas de explotación agrícola, tanto debido a la soja como a otras commodities (aceite de palma, madera, papel, etc.). El resultado ha sido que varias de ellas han respondidos con declaraciones públicas de nuevas políticas de “deforestación cero”, comprometiéndose a controlar el origen y las condiciones de explotación de los recursos que comercializan. Esto no asegura el éxito de ninguna manera, pero pone a andar una rueda de prácticas de responsabilidad corporativa que tiende a ser cada vez más extendida y a mejorarse con el tiempo.

Algunas de las empresas que han hecho estas declaraciones son Cargill, ADM y Dreyfus. Pero su éxito en llevar adelante su política de “deforestación cero” depende en gran medida también de las condiciones institucionales de los países donde operan. Si las leyes de protección de bosques son blandas y la vigilancia del cumplimiento es baja, entonces existe el riesgo de que no puedan cumplir con su política, provocando así la pérdida de su reputación y posibles enfrentamientos con las organizaciones civiles (como Greenpeace). Ruth Rawling, vicepresidente de Asuntos Corporativos de Cargill, señala: “Los gobiernos de Brazil y Paraguay tienen políticas muy distintas al respecto, lo cual lo hace más difícil. Es más difícil para una compañía operar e influir sobre lo que pasa en la agricultura si el gobierno va en una dirección completamente distinta”. Esto quiere decir que las empresas son también actores interesados en mejorar las condiciones para el cuidado de los bosques.

En este caso particular se puede ver  fácilmente cómo la estrategia «verde claro» descripta en el post sobre cómo integrar el ambiente a los negocios puede ser llevada a la práctica. La empresa, en tanto actriz interesada, puede abogar por la sostenibilidad apoyando legislaciones ambientales de protección de bosques más exigentes, logrando además una ventaja competitiva por sobre las demás.

La construcción de resiliencia

Uno de los grandes desafíos del desarrollo sostenible es encontrar soluciones que sean “win-win” para todos. Con múltiples intereses y actores es difícil encontrar esos puntos en común y que minimicen los trade-offs. El caso de la soja contado aquí, ejemplifica de qué manera una gran diversidad de situaciones ambientales, sociales, políticas y económicas pueden converger hacia un punto común que puede beneficiar a todos los actores interesados. La clave aquí es pensar estratégicamente, considerando también el largo plazo y los distintos factores que hacen al problema.

¿Cómo minimizamos el riesgo de la interdependencia? Aquí es donde entra el concepto de minimizar el riesgo a través de la “resiliencia”, la cual podemos definir como:

la capacidad de los sistemas de absorber perturbaciones, sin alterar significativamente sus características de estructura y funcionalidad; pudiendo regresar a su estado original una vez que la perturbación ha terminado”.

En el contexto de este artículo, la resiliencia se construye generando redes entre todos los actores. Por ejemplo: las empresas de la agroindustria trabajando junto a las ONGs, los gobiernos y las comunidades locales; los gobiernos haciendo acuerdos mutuos de largo plazo; empresas invirtiendo en aspectos clave de infraestructura para asegurar la competitividad a largo plazo.

Es interesante destacar como, en el caso de China, la presión ambiental interna a la que se encuentra sometida como subproducto de su crecimiento la obliga necesariamente a externalizar la producción de alimentos. Debido a la importancia que esto reviste, China debe adoptar una geopolítica que asegure el abastecimiento de productos en el largo plazo, en este caso, estableciendo relaciones diplomáticas estables con los países de Sudamérica. Gran parte de la inversión en infraestructura del país en la región puede responder a este interés.

Recomendaciones finales

En el informe en el que está basado este artículo se proponen tres oportunidades estratégicas para cada actor, enfatizando como dije antes, la importancia de lograr la convergencia de intereses a largo plazo para alcanzar un desarrollo más sostenible. Éstas son:

  • Para las multinacionales de la soja
    1. Revisar las políticas de abastecimiento y los compromisos con la sostenibilidad, para garantizar que se aborden las diferencias de gobernanza que hay entre Paraguay y Argentina.
    2. Considerar las oportunidades para mejorar la gobernanza regional más allá de las fronteras nacionales.
    3. Ir más allá del cumplimiento normativo. Por ejemplo, trabajar con nuevas coaliciones de ONGs y agencias de gobierno para implementar el tipo de sistema que funciona en Brazil basado en la vigilancia de voluntarios.
  • Para los gobiernos de Paraguay y Argentina
    1. Hacer un compromiso político público para fortalecer la aplicabilidad de las leyes, brindar seguridad en la tenencia de la tierra, desarrollar las capacidades de los pequeños agricultores y detener la deforestación .
    2. Utilizar las plataformas políticas como el MERCOSUR para que Brazil ayude a sus vecinos a mejorar la gobernanza forestal, como líder regional en esta temática.
    3. Buscar asistencia de empresas del sector privado en la identificación de deficiencias en la aplicación de la ley, especialmente en aquellas que han hecho compromisos públicos de “deforestación cero” y por lo tanto tienen un interés en mejorar la gobernanza forestal en el entorno empresarial.
  • Para el gobierno Chino y sus compañías públicas y privadas
    1. Considerar que la dependencia a largo plazo de los suministros de Sudamérica será más segura en condiciones sostenibles y estables.
    2. Anticipar y evitar una reacción del tipo “anti-China” que pueda peligrar acuerdos de inversión y poner en riesgo los suministros de soja, por ejemplo, al exigir públicamente que la soja se haya producido en cumplimiento con las leyes locales.
    3. Como aspecto central de la gestión del riesgo de su estrategia de globalización, China debería asumir un compromiso público con la sostenibilidad. Esto le serviría también como factor competitivo en la medida que adquiriendo participaciones de las principales empresas occidentales de trading de commodities.

Referencias

Este post estuvo basado principalmente en el informe «The Earth Security Index 2015: Managing global resource risks and resilience in the 21st century«. y específicamente en el capítulo China’s soybean demand and South America’s deforestation.

Otra fuentes fueron: