Hoy día, la contaminación y la degradación ambiental han cobrado una mayor visibilización y sensibilización en la sociedad, produciendo (y de forma creciente) una demanda ambiental que antes no existía. Así es como las empresas, con tal de responder a tal demanda, buscan constantemente evolucionar hacia prácticas que minimicen sus efectos sobre el medio ambiente. En este contexto, surge el Análisis de Ciclo de Vida (ACV) como la herramienta que mejor permite conocer la huella ambiental de cada una, al considerar los efectos ambientales a lo largo del ciclo de vida de un producto. Por esto, es una herramienta muy importante para saber a dónde enfocar los esfuerzos y los limitados recursos para tomar las decisiones óptimas que nos lleven, desde cada lugar, a un verdadero desarrollo sostenible.

El término Ciclo de Vida se refiere a las principales actividades en la cadena de operaciones de un producto desde su manufactura, uso, mantenimiento, hasta su disposición final, incluyendo la adquisición de materias primas requeridas para manufacturar el producto. La figura de abajo muestra las posibles etapas del ciclo de vida que pueden ser considerados. Un ACV incluye la evaluación acumulativa de los impactos ambientales en todas las etapas del ciclo de vida, las cuales no son incluidas por otros tipos de herramientas ambientales. Este enfoque holístico (“From Cradle to Grave” – “De la Cuna a la Tumba”) es el que permite responder de la mejor manera a la pregunta de cómo un determinado producto ha interactuado integralmente con el medio ambiente, es decir, su historia ambiental.Para ser específicos, un ACV es una técnica de evaluación de aspectos ambientales y potenciales efectos asociados a un producto, proceso o servicio, que requiere:

  • Realizar un inventario de las entradas significativas de energía y materiales, y las salidas al medio ambiente
  • Evaluar el impacto ambiental potencial asociados a esas entradas y salidas
  • Interpretar los resultados para ayudar en la toma de decisiones

Luego de haber visto esto, es fácil de entender que la Huella de Carbono («la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto») o la Huella del Agua («volumen total de agua dulce usado para producir los bienes y servicios») de una organización son casos particulares de un ACV. Aunque cada una tenga sus metodologías específicas más difundidas, el espíritu es el mismo: valorar un determinado indicador a lo largo de todo el ciclo de vida del producto para poder lograr cuantificar los efectos ambientales potenciales globales.

Metodología del ACV

El ACV, tal como lo normaliza la serie ISO 14.040, es un proceso sistemático e iterativo que consiste de cuatro fases:

  1. Definición de Objetivos y Alcance: Incluye el propósito del estudio, para qué se va a usar, limitaciones, definición del sistema, tipo de información requerida, especificidad y calidad de los datos, etc. Aquí queda definido el tiempo y recursos que el estudio demandará, por lo tanto cómo se deberá conducir el ACV.
  2. Análisis de Inventario: Identificar y cuantificar las entradas de agua, energía y materiales, y las emisiones al medio ambiente (Ej.: emisiones atmosféricas, disposición de residuos sólidos, efluentes líquidos, subproductos, etc).
  3. Evaluación de Impacto: Evaluar los efectos potenciales sobre el hombre y el medio ambiente debido al consumo de agua, energía y materiales, y las emisiones al medio ambiente, que forman parte del Análisis de Inventario.
  4. Interpretación: analizar conjuntamente los resultados obtenidos del Análisis de Inventario y Evaluación de Impacto para llegar a conclusiones, identificar limitaciones y realizar recomendaciones para el público previsto del ACV.

Siguiendo este esquema, se puede ver que es necesaria la realización de un inventario que cuantifique todas las entradas y salidas significativas de todos los procesos que se encuentren en la cadena de valor. Por esto, constituye uno de los puntos críticos en un ACV, siendo el que más tiempo, recursos y planificación requiere. Uno podría ser tan preciso y detallista como quiera, pero debe aplicarse un criterio racional que sea acorde a los objetivos requeridos por el estudio. Mientras más y mejores datos demande el estudio, más largo y costoso será, tal como ilustra la siguiente figura:

¿Para qué sirve un ACV?

Un ACV sirve para tomar decisiones que produzcan el menor efecto sobre el medio ambiente. Sin embargo, una decisión en general debería tener en cuenta otros factores como el costo económico, viabilidad técnica, consecuencias sociales, etc.

Es posible que una decisión basada en consideraciones ambientales, pero sin concebir el ciclo de vida entero del producto, pueda transferir cargas ambientales de una fase a otra de su ciclo. Por ejemplo, pensemos en una empresa que decide mejorar la performance ambiental de sus procesos de producción para disminuir la cantidad de dióxido de carbono que emite a la atmósfera. Luego de hacer un análisis de la situación, lo consiguen sustituyendo alguna de sus materias primas por otra que produce menores emisiones. Sin embargo, existe el riesgo que esta mejora, que ha supuesto una inversión de dinero, no sea realmente una mejora ambiental real, ya que la fabricación de esta nueva materia prima podría ser, en términos globales, más perjudicial para el medio ambiente que la anterior. ¿Cómo saberlo? Esto es lo que se conoce como la transferencia de cargas ambientales de una fase a otra. Lo que es una aparente mejora a nivel local, podría no serlo si se considera el ciclo de vida del producto. El ACV, es la herramienta que nos permite ver la película completa y poder saber, no fácilmente, si la mejora implica, una reducción global de las emisiones de dióxido de carbono.

Habiendo comentado eso, las distintas aplicaciones que se le pueden dar a un ACV son:

  • Desarrollar una evaluación sistemática de las consecuencias ambientales de un determinado producto. ¿Cuál es el impacto ambiental de mi producto?.
  • Comparar dos productos para determinar cuál tiene un impacto menor en su ciclo de vida. De los productos A y B, ¿cuál tiene un impacto ambiental menor a lo largo del ciclo de vida? ¿Qué vehículo menos CO2, uno fabricado con aluminio o con acero?.
  • Obtención de Ecoetiquetas tipo I (acreditada por un tercero imparcial) o tipo III (Declaraciones Ambientales de Producto). ¿Cómo demostrar que mi producto es ambientalmente mejor? Esta es una manera de realizar marketing ambiental.
  • Benchmarking con otras empresas. ¿Mi fábrica se encuentra bien o mal situada ambientalmente en relación a todas las demás de mi misma industria?.
  • Mejora de procesos, al identificar puntos (“Hot Spots”) en los cuales las emisiones al aire, agua y suelo sean significativas para realizar mejoras en la performance ambiental. ¿Dónde debo intervenir para que, con la menor inversión, pueda realizar la mayor mejora ambiental?
  • Elaborar indicadores específicos (Ej.: Huella de Carbono, Consumo de Energía Primaria, etc). ¿Cuántos gases de efecto invernadero emite mi producto a lo largo de todo su ciclo de vida?.
  • Estudios de Ecoeficiencia (incluye costos económicos). ¿Cómo puedo producir más reduciendo al máximo mi impacto ambiental?
  • Ecodiseño (“design for environment”). ¿Qué tengo que cambiar del diseño de mi producto para que, considerando todas las fases de su ciclo de vida, tenga un menor impacto ambiental?.
  • Formulación de políticas ambientales. ¿Cuál de las distintas opciones de políticas ambientales es la que produce mejores resultados ambientales?.

Limitaciones de un ACV

A pesar de las virtudes explicitadas anteriormente, existe una complejidad inherente al método que dificulta la lectura de los resultados de ACV para los no especializados, ya que se deben interpretar conociendo bien las limitaciones que posee. Éstas son:

  • Su enfoque holístico es a la vez su mayor fortaleza y su principal limitación. El gran alcance que supone analizar el ciclo de vida completo de un producto es a expensas de simplificar otros aspectos.
  • Un ACV no muestra impactos localizados. Esto se debe a que no considera los lugares específicos en donde se producen los intercambios con el ambiente, sino más bien los valores globales. Por ejemplo, el indicador que mide el Potencial de Calentamiento Global (GWP), considera las emisiones producidas en todas las fases, las suma, y las lleva a un único valor numérico (ton CO2/kg de material).
  • Como se trata de un modelo de estado estacionario, no considera que las emisiones se producen en distintos momentos históricos. Por ejemplo, el GWP suma todos los valores indistintamente del momento en el cual fueron emitidos y los lleva a un único resultado numérico.
  • Sólo se concentra en las características físicas de los sistemas de producto y no considera los aspectos económicos ni sociales (también existen ACV-Económicos y ACV-sociales).
  • Los impactos ambientales son “potenciales” precisamente porque no tienen una correspondencia espacial ni temporal y están referidos a una unidad de referencia definida por estudio.
  • Un ACV tiene un enfoque científico, pero en muchos pasos requiere que se hagan suposiciones técnicas y juicios de valor que pueden agregar subjetividad. La estandarización de la ISO ayuda a eliminar estas ambigüedades y recalca la importancia en explicitar todos los pasos en los cuales se hagan estos juicios y suposiciones a modo de hacerlo lo más transparente posible.
  • El ACV es una herramienta analítica, y como tal, provee información para la toma de decisiones. Por lo tanto, no puede reemplazar el proceso en sí, no es correcto decir: “El ACV ha probado que esta decisión debe ser tomada”, sino más bien: “Basados en un estudio de ACV junto con otras evidencias, la siguiente decisión ha sido tomada”.

Conclusión

Entonces, ¿para qué sirve un ACV? Ni más ni menos que para tomar mejores decisiones. Por eso, es simplemente una herramienta que, bien utilizada, puede ayudarnos a responder preguntar de gran complejidad. Debido a la gran cantidad de datos y elevado manejo técnico que requiere la herramienta, el uso del ACV está relegado, en la práctica, al ámbito académico y a grandes organizaciones como Coca Cola, Audi, Tata Steel, entre muchas otras.

La próxima vez que leas que un producto es mejor que otro o que una empresa ha realizado tal o cual mejora, te recomiendo tengas este concepto de ACV en mente para someter a escrutinio el hecho. Esa es, quizás, su mayor utilidad para todos nosotros.