“Primero construimos nuestras herramientas, luego ellas nos construyen a nosotros.”
Marshall McLuhan (1911-1980), filósofo y profesor canadiense.
La naturaleza de la tecnología es: EXPONENCIAL ¿Acaso no te diste cuenta que todo cambia cada vez más rápido?. En el famoso libro «El Shock del Futuro», Alvin Toffler argumenta que los individuos están obligados “a un cambio excesivo en un lapso de tiempo demasiado breve” y que “a menos que el hombre aprenda rápidamente a dominar el ritmo del cambio en sus asuntos personales, y también en la sociedad en general, nos veremos condenados a un fracaso masivo de adaptación.” Ese cambio excesivo es producto del acelerado desarrollo tecnológico.
Así y todo, llegamos al punto en que la novedad nos resulta un poco aburrida. Hay tantas que cada nuevo acontecimiento nos sorprende bastante poco. Ya descubrieron agua en Marte, se venden autos a hidrógeno, y encontraron la manera de aterrizar cohetes para reutilizarlos. Genial. El shock del futuro pronosticado por Alvin Toffler nos llega sin shockearnos tanto. Sin embargo, eso no significa que los vertiginosos cambios que vivimos no nos afecten. A su vez, a la mayoría de las personas nos gusta cierta permanencia, que las cosas sigan igual a como “siempre han sido”, al menos en algunos aspectos que consideramos importantes para nuestra vida. Pero, ¿qué pasa si no hay alternativa?.
Al margen de lo que cada uno opine respecto a la tecnología, hay que reconocer los hechos de lo que está ocurriendo y que podemos incluso observar en nuestra propia vida. La mayoría de los que somos de la generación del ‘90 para atrás tuvimos una infancia sin celular y casi seguramente una adolescencia también. Hoy día no podemos vivir sin él. ¿Qué nuevas tecnologías cambiarán nuestra vida en los próximos 10 años?. ¿Y en los próximos 50? El propósito de este post es ahondar en los fundamentos de la evolución tecnológica, algunos ejemplos y brevemente qué podemos esperar.
La ley de los Retornos Acelerados de Ray Kurzweil
El ingeniero, inventor, empresario y futurólogo Ray Kurzweil es una de las voces más importantes en cuanto a hablar del futuro y la tecnología se refiere. Su pensamiento queda reflejado en dos de sus libros más influyentes: “La era de las máquinas espirituales” y “La singularidad está cerca”. Sus estudios y razonamientos en cuanto al desarrollo de las tecnologías son muy convincentes e inquietantes a la vez. Para empezar, y yendo de lo general a lo particular, vamos a ver un conjunto de observaciones empíricas resumidas en lo que Kurzweil llama la “Ley de los Retornos Acelerados”, y es utilizada para explicar la naturaleza exponencial de la tecnología:
- La evolución aplica un feedback positivo, de manera que los métodos más capaces que resultan de una etapa del progreso evolutivo se utilizan para crear la siguiente etapa. Como resultado,
- la tasa de progreso de un proceso evolutivo aumenta exponencialmente con el tiempo. De esta manera, el «orden» de la información incorporada en el proceso evolutivo (es decir, la medida de cuán bien la información se ajusta a un propósito) aumenta. Para el caso de la evolución biológica, el propósito es la supervivencia.
- Un correlato de la observación anterior es que los «retornos» de un proceso evolutivo (por ejemplo, la velocidad, la rentabilidad o la capacidad de cómputo) aumentan exponencialmente con el tiempo.
- En otro loop de feedback positivo, cuando un proceso evolutivo particular (por ejemplo, la computación) se vuelve más eficaz (por ejemplo, rentable), más recursos se emplean para un mayor progreso de ese proceso. Esto resulta en crecimiento exponencial de segundo orden (es decir, la tasa de crecimiento exponencial crece exponencialmente).
- La evolución biológica es uno de esos procesos evolutivos.
- La evolución tecnológica es otro de esos procesos evolutivos. De hecho, la aparición de la primera especie (nosotros) capaz de crear tecnología produjo un nuevo proceso evolutivo de la tecnología. Por lo tanto, la evolución tecnológica es una consecuencia, y continuación, de la evolución biológica.
Lo importante es entender que la tecnología es exponencial porque se edifica sobre sí misma. Cada instancia, más poderosa que la anterior, se utiliza para construir la siguiente etapa. Esta es la base de un proceso exponencial. El hombre, producto de la evolución natural, ha adquirido ciertas características distintivas que le permitieron crear la tecnología, entre ellas el neocórtex (80% de nuestro cerebro) y el pulgar completamente oponible.
Gracias a este cerebro racional, el uso del lenguaje oral y escrito ha permitido que los descubrimientos e invenciones por primera vez en la historia se transmitan de una generación a la otra, contribuyendo así a la acumulación del conocimiento. Somos la única especie capaz de pensar en el futuro. Esta «revolución cognitiva» es definida por el historiador israelí Yuval Noah Harari como el punto «en el que la historia declaró su independencia de la biología«. La evolución tecnológica es la continuación de la evolución biológica. Construimos las herramientas, ahora ellas nos construyen a nosotros.
Lineal VS Exponencial
La experiencia cotidiana de antaño moldeó nuestra percepción para ver el mundo comportarse de manera lineal. Por el contrario, nos cuesta hacernos una idea de los fenómenos que son exponenciales. Una simple comparación: si con cada paso avanzamos 1 metro y damos 30 pasos de manera lineal, al final habremos recorrido 30 metros; en cambio, si damos 30 “pasos exponenciales” habremos caminado 1.073.742 kilómetros, lo cual nos alcanza para dar la vuelta a la Tierra por el Ecuador aproximadamente 27 veces.
Observe en el siguiente gráfico que ambos caminos siguen trayectorias similares por un determinado período antes de que la exponencial se despegue abruptamente. Es decir, la curva exponencial se asemeja bastante a una línea durante un período de tiempo inicial prolongado. ¿Qué nos dice esto?. Si pensamos que esta curva representa alguna variable importante relacionada con la tecnología, como por ejemplo los hitos significativos de la historia humana, entonces que claro que durante la mayor parte de la humanidad el mundo de una persona que nacía se mantenía esencialmente idéntico hasta el momento de su muerte. Es decir, era posible vivir con la total seguridad pensando que nada cambiaría.
Por el contrario, otro caso es el que experimenta un observador situado en un punto de la curva exponencial en el momento en que ésta comienza a despegarse (los últimos 500 años por ejemplo). Durante su período de vida, éste notará que la tasa de cambio parece constante. Si parece constante, entonces es lineal. Si es lineal, podrá suponer que en 100 años la velocidad de los cambios se mantendrá así. Craso error para los que han hecho predicciones con ese razonamiento. Veamos cómo luce una predicción hecha de esta manera:
La realidad, es que para prever lo que pase en los próximos 10 años no se puede estudiar los 10 años anteriores y suponer que la velocidad de los cambios será igual. La tasa de cambio y evolución tecnológica aumenta exponencialmente. En palabras de Kurzweil: «no experimentaremos 100 años de progreso en el siglo XXI, será algo así como 20.000 años de progreso (al paso actual)«.
Ese fenomenal despegue es lo que sucede cuando empezamos a escalar la rampa exponencial, cuando pasamos la llamada “rodilla de la curva”. Por lo tanto, para una persona como nosotros que vive en este período, la vida al comienzo y al final nos resultará muy distinta. En consecuencia, a la evolución tecnológica, continuación de la evolución biológica, le lleva cada vez menos tiempo producir retornos significativos con un impacto en nuestra vida, tal como muestra el siguiente gráfico: El “orden”, entendido como “información que se ajusta a un propósito”, es lo que aumenta constantemente, es el fruto de ese retorno y el que nos lleva a una creciente complejidad en nuestra civilización industrial.
Algunos ejemplos…
El ejemplo más conocido de este tipo de evolución exponencial en el mundo de las computadoras se verifica con los transistores. A este caso particular se lo conoce como la “Ley de Moore”. La observación de Gordon E. Moore, en 1965, fue que la cantidad de transistores en un circuito se duplica aproximadamente cada dos años. Pero no hay por qué limitarse solamente a los transistores, otros aspectos como la velocidad de procesamiento, la relación precio-performance, la capacidad de memoria y el número de píxeles en cámaras digitales también progresan con similar rapidez.
Para el caso del almacenamiento, la siguiente imagen lo ilustra perfectamente. Tenemos un disco IBM 350 de 5 MB del año 1956 y un Pendrive Kingston de 1 TB del año 2015. La diferencia entre ellos equivale a aumentar 20.000 veces la capacidad de almacenar información en aproximadamente 59 años, a una fracción del costo y con un tamaño increíblemente reducido.
Otro ejemplo concreto es el del Proyecto Genoma Humano. El objetivo era conocer la secuencia completa de los 30.000 genes humanos en un plazo de 15 años, comenzando en 1990. Los críticos sostenían que el proyecto nunca se llevaría a cabo en ese plazo y que tardaría cientos de años. Sin embargo, el proyecto finalizó dos años antes del vencimiento del plazo, atribuyéndose el éxito al desarrollo exponencial de las tecnologías informáticas involucradas.
Por último, tenemos el caso de internet. En un período de 2 años durante los años ‘80, los nodos de internet pasaron de ser 20.000 a 80.000, es decir, crecieron un 400%. Así y todo, pasó completamente desapercibido para el público general (“fase lineal”). Una década más tarde, pasó de 20 millones a 80 millones de nodos también en un período también de 2 años (despegue de la “fase exponencial”). En este caso, el impacto no pasó desapercibido. Ésta es la naturaleza del crecimiento exponencial.
Camino a la singularidad tecnológica
Si imitamos el razonamiento de Kurzweil, lo podemos resumir de la siguiente manera: La tecnología es la continuación de la evolución biológica, los cambios de paradigmas en nuestra civilización se producen cada vez más rápido, ocasionando un «cambio tecnológico tan rápido y profundo que representa una ruptura en el tejido de la historia humana«. Así como podemos crear computadoras cada vez más potentes también las haremos cada vez más inteligentes, imitando el complejo proceso humano del pensamiento.
Entonces, es cuestión de tiempo el hecho de que podamos crear máquinas que piensen como humanos, «máquinas espirituales». El punto en el cual la inteligencia artificial supera la inteligencia biológica, se denomina «singularidad«. Pasados ese punto, los cambios serán tan disruptivos que no podemos predecirlos, es decir, no es posible ver más allá de la singularidad tecnológica. La estimación conservadora para llegar allí es, según Kurzweil, el año 2045.
Hay un acalorado debate acerca de si es posible entender e imitar el funcionamiento del cerebro. Los argumentos van desde lo puramente científico hasta lo filosófico. Pero sin necesariamente llegar a este punto de la discusión, hay consecuencias esperables y mucho más tangibles de las cuales podemos beneficiarnos enormemente. Las otras áreas de avance con alto potencial de impacto y que se están desarrollando a pasos agigantados son la Genética (G), la Nanotecnología (N) y la Robótica (R). Pensar lo que podremos lograr de manera combinada con todas ellas es, literalmente, jugar a ser Dios.
Sin lugar a dudas podríamos resolver el problema energético, curar todas las enfermedades, extender la vida humana, diseñar mejores órganos y sumergirnos en mundos oníricos de realidad virtual. Pero toda esta abundancia está también minada de peligros que equiparan los prometidos beneficios. A fin de cuentas, la tecnología ocasiona sus propios problemas que luego deben ser resueltos con más tecnología. ¿Debemos hacerlo?.
Reflexiones finales
Cuando hablamos del futuro, tenemos que imaginar los futuros posibles y de aquellos los más probables. Creo que el razonamiento de Kurzweil es contundente y debemos considerarlo en los futuros posibles con probabilidad de que muchas de las cosas que predice ocurran, nos gusten o no. Una vez que determinamos los futuros posibles y probables, tenemos que ponernos de acuerdo en cuál de ellos es deseable (y deseable para quién).
Ahí está el meollo de la cuestión, ya que mientras se puede predecir aproximadamente la dirección y magnitud de los desarrollos tecnológicos, es casi imposible predecir los impactos en la sociedad y las personas. ¿Sería sensato aplicar el principio precautorio? Para los beneficios, deberíamos suponer que son lejanos, y para los potenciales problemas, que están a la vuelta de la esquina. Esperar lo mejor, prepararse para lo peor.
Por otro lado, varios expertos sostienen que el desarrollo tecnológico es una voluntad ascéfala que no puede dirigirse y que tampoco es dirigida por nadie. Con esta lógica, no hay nada que podamos hacer frente al arrollador tren del progreso. En mi opinión, extrapolar la curva exponencial hasta el punto de la Singularidad tiene una innegable cuota de fe. Sin embargo, como dice mi autor favorito de ciencia ficción, Arthur C. Clarke: «La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá, hacia lo imposible«, y pareciera ser que los tecnócratas del mundo están haciendo exactamente eso.
En Jurassic Park, el Dr. Ian Malcolm dijo: “Les preocupaba tanto si podían o no conseguirlo que no se pararon a pensar si debían”. En la misma línea, Isaac Asimov advirtió: “El aspecto más triste de la vida actual es que la ciencia gana en conocimiento más rápidamente que la sociedad en sabiduría”. El vertiginoso e imparable progreso tecnológico sumado a la falta de sabiduría colectiva, ¿no conforman una combinación sumamente peligrosa? Bueno, en este camino parece que estamos.
Mi consejo, abrochémonos el cinturón de seguridad del despegue exponencial, esforcémonos por entender el cambio y adaptarse a él. Pero sobre todo, aprovechemos las poderosas herramientas que se nos entregan para hacer el bien, a otros y a nosotros mismos. El futuro no está escrito, así que lo que hagamos hoy podrá torcer el destino hacia un costado más benévolo. Sino, como diría un gran amigo, que esto nos sirva, como mínimo, para vivir advertidos…
Mi propósito es ayudarte a comprender mejor las cuestiones ambientales con el fin de que puedas, desde tu lugar, contribuir positivamente con la búsqueda de soluciones verdaderas. Me propongo lograr este objetivo compartiendo mis experiencias y aprendizajes a medida que desarrollo mi profesión en el mundo de la sostenibilidad. Me formé como Ingeniero Ambiental en la Pontificia Universidad Católica Argentina y luego hice un Master en Ciencias (MSc) en Sostenibilidad Ambiental en la Universidad de Edimburgo gracias a una beca Chevening.