En la Edad Media, los “comunes” eran aquellos espacios de libre acceso a los que los señores feudales ponían a disposición de los habitantes del pueblo o ciudad con el fin de que puedan llevar a pastorear su ganado y llevar adelante otras actividades como juntar leña o sembrar. El señor feudal era propietario de la tierra, pero todos eran responsables del mantenimiento de dicho espacio.
Imaginemos que tenemos una aldea de 100 habitantes con un lote de tierra suficiente para albergar el máximo de 1 vaca por habitante. Si un aldeano decide un día llevar 2 vacas en vez de una, significa que el ganado en su conjunto comerá menos pasto que antes, con el tiempo las vacas se volverán más flacas.
Dicho de otra manera, una persona goza del beneficio, pero comparte el costo con todos los demás. Si todos actuaran de manera egoísta y decidieran llevar más vacas que las permitidas, terminarían al poco tiempo quedándose sin pasto para alimentar a sus vacas. En este ejemplo, el interés personal de cada uno de maximizar su beneficio lleva a un colapso generalizado. El mercado por sí sólo no puede afrontar una situación de este tipo.
La “tragedia de los comunes”, mejor llamada la “tragedia de los regímenes de acceso abierto” es una situación que se da con recursos no-excluibles y rivales. Algunos ejemplos comunes son el recurso pesquero y la capacidad del planeta de absorber contaminantes como el dióxido de carbono. Un ejemplo concreto para Argentina es el caso del Illex Argentinus, un calamar de gran importancia económica que tiene la gracia de hallarse entre las fronteras marítimas de Argentina, Islas Malvinas/Falkland y aguas internacionales.
Más info: El mercado es ineficiente
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