«Es importante ver el conocimiento como una especie de árbol semántico: asegúrate de comprender los principios fundamentales, es decir, el tronco y las ramas grandes, antes de entrar en las hojas -detalles- o no hay nada a lo que aferrarse».

Elon Musk (1971) – Inventor visionario, inversor y empresario

El conocimiento no siempre es asimilado instantáneamente. Pueden pasar días, meses o años hasta que uno diga “ah, era así”. Algo similar me pasó cuando tomé mi primer curso en la University of Edinburgh llamado Principles of Environmental Sustainability. Al principio me pareció un tanto superficial, poco técnico, sin bajada a tierra para usar en el mundo real. Pero después de varios meses el que bajó a tierra fui yo, y finalmente pude comprender mejor todo lo aprendido.

La principal enseñanza podría resumirla de la siguiente manera:

La cuestión ambiental no puede relegarse a una única visión ni a una fórmula preestablecida; partiendo de principios debemos elaborar nosotros nuestras propias fórmulas.

Salvando las diferencias con principios científicos, creo que Elon Musk estaría de acuerdo con esto.

Los principios

Lo que sigue a continuación es una breve descripción de principios relevantes a los asuntos ambientales. Su utilidad es que pueden ser utilizados como punto de partida para evaluar políticas ambientales, es decir, aquellas que formulan los gobiernos nacionales y sub-nacionales. De igual forma, podrían adaptarse para evaluar políticas corporativas y proyectos particulares. En mi opinión, la virtud de este enfoque es que nos permitirá hacer mejores preguntas y diseñar proyectos más efectivos para cuidar el medio ambiente.

Los principios son:

  1. Principio de sostenibilidad ambiental.
  2. Principio de integración.
  3. Principio de contaminador-pagador.
  4. Principio precautorio.
  5. Principio de equidad.
  6. Principio de Derechos Humanos.
  7. Principio de participación pública.

Vale aclarar que esta lista no es exhaustiva ya que hay otros principios que han sido propuestos por analistas, ONGs, gobiernos y académicos. Sin embargo, esta selección corresponde a que son los de mayor aceptación a nivel mundial. En distintos grados, estos principios han sido incorporados en tratados internacionales y leyes nacionales.

1. Principio de sostenibilidad ambiental

Lograr el confort y el estilo de vida actual no ha sido gratis para la humanidad. Un gran costo que estamos pagando es el de la degradación ambiental, por ejemplo, la deforestación, la contaminación del agua y aire, la pérdida de biodiversidad y el calentamiento global. El crecimiento físico de nuestro sistema económico tiene un límite, a partir del cual agotaremos nuestros recursos y dañaremos irreversiblemente los ecosistemas de los cuales dependemos.

Para poder operar un sistema ecológico dentro de esos límites físicos, el economista ecológico H. Daly propuso las siguientes tres reglas:

   1. Los recursos renovables (suelo, agua, bosques, peces), no pueden usarse a una velocidad superior que su propia tasa de renovación.

Así, por ejemplo, el consumo de agua es insostenible cuando el ritmo de extracción es superior a la tasa de recarga natural del recurso, tal como sucedió con el Mar de Aral.

   2. Para un recurso no renovable (combustible fósil, menas minerales de alta pureza, acuíferos de profundidad), la tasa de consumo sostenible no debe ser superior a la tasa con que un recurso renovable, utilizado de modo sostenible, puede sustituirla.

Por ejemplo, un tanque de petróleo se consumiría de modo sostenible si parte de los beneficios obtenidos del mismo se invirtiera sistemáticamente en R&D de energías alternativas, parques eólicos, paneles fotovoltaicos y plantaciones de árboles, de manera que cuando el petróleo se haya agotado todavía esté disponible un flujo equivalente de energía de fuentes renovables.

   3. Para un contaminante, la tasa de emisión sostenible no debe ser mayor que la capacidad de carga del ecosistema.

Por ejemplo, las aguas residuales podrían verterse en un lago siempre y cuando se haga a un ritmo no mayor al que las bacterias y otros organismos puedan absorber sus nutrientes sin desbordar y desestabilizar a su vez el ecosistema acuático.

¿De qué manera podemos implementar estos criterios en un sistema económico expansionista? ¿Alcanza el vertiginoso desarrollo tecnológico para dar solución a estas cuestiones o debemos plantear un cambio sistémico más profundo?.

Podrás aprender más sobre este principio en este post.

2. Principio de integración

La definición más clara la podemos encontrar en el famoso informe Brundtland de 1987 que da nombre a este blog:

“El tema común en toda esta estrategia para el desarrollo sostenible es la necesidad de integrar consideraciones económicas y ecológicas en la toma de decisiones.”

Por lo tanto, hay que lograr que cada vez que se tomen decisiones en el ámbito público (o privado) se consideren cuestiones que tengan que ver con la sostenibilidad. Por ejemplo, preguntándonos: ¿Cuál es el impacto de esta política o proyecto en el ambiente y las personas? ¿De qué manera se relacionan? ¿Cómo puedo evaluarlo? ¿Qué estrategias existen para integrar el ambiente a los negocios?.

Podrás aprender más sobre este principio en este post.

3. Principio de contaminador-pagador

El hecho que las compañías paguen por el costo de la contaminación que producen pareciera un tema saldado hoy día, pero no. El principio de quien contamina paga establece que la empresa debe pagar para evitar la contaminación o remediar el daño causado. Esto no significa que el contaminador tenga que pagar dinero al gobierno o a otros, sino que deben pagar por las medidas de control apropiadas para evitar la contaminación o, en el peor de los casos, su remediación.

¿Pero hasta donde consideramos el alcance de una contaminación? Por ejemplo, la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera no es una acción contaminante, pero es causante del calentamiento global. No todas las «externalidades» resultantes de una actividad son hoy debidamente pagadas, lo que da lugar a importantes fallas del mercado. Pregunto, ¿Quién debería pagar el oneroso costo de detener y adaptarse al cambio climático?

Podrás aprender más sobre este principio en este post.

4. Principio precautorio

El riesgo (R) de cualquier actividad puede ser definido como el producto entre la magnitud (M) de sus consecuencias y la probabilidad (P) de que ocurra. Matemáticamente puede expresarse como R(x) = M(x)*P(x). Cada vez que la magnitud de un evento es elevada y la probabilidad incierta (por no contar con certeza científica) tendremos un caso donde aplicar el principio precautorio.

El principio 15 de la Declaración de Río lo define de la siguiente manera:

“Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente”.

En cambio, si dicha actividad presenta un riesgo elevado pero conocido, lo que se requiere es acción preventiva en lugar de acción precautoria. De todas maneras, la aplicación de este principio es extremadamente controvertida, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a prohibir una actividad que genere cuantiosos beneficios económicos por los riesgos que ésta conlleva? La línea que separa estos dos puntos es muy difícil de trazar.

5. Principio de equidad

La equidad, según el diccionario, se define como una “cualidad que consiste en no favorecer en el trato a una persona perjudicando a otra”. Esto requiere repartir a cada uno lo que necesita, ni más ni menos, asegurando un trato igualitario para todos, pero tomando en cuenta las diferencias y respetando cada una de ellas. La equidad es, por lo tanto, un trato desigual entre desiguales para garantizar el derecho de todos a una calidad y nivel de vida aceptables.

La equidad puede ser aplicarse en distintas escalas, por ejemplo, entre distintos países. Esto lo veremos reflejado en el famoso principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas a la hora de encarar acuerdos internacionales en materia de cambio climático. Por otro lado, si recordamos la definición de Brundtland del Desarrollo Sostenible, encontraremos también que la equidad también se da entre distintas generaciones, “satisfacer las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”.

Pero ¿cómo logramos un desarrollo equitativo en un mundo donde los países desarrollados consumen desproporcionalmente más que los países más pobres? ¿Qué es lo que consideramos “justo” conservar hoy para que las futuras generaciones puedan también disfrutar? Estas dos cuestiones de equidad carecen de respuesta y enardecen un acalorado debate que no termina nunca de cerrarse.

6. Principio de Derechos Humanos

Los Derechos Humanos son derechos basados en la moral, la justicia y la equidad y son dados a todos por su condición humana “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”. Los Derechos Humanos se consideran esenciales para la dignidad humana y son inalienables. lo que significa que no pueden ser quitados, vendidos o regalados. Incluyen los derechos a la vida, la libertad, la salud y el bienestar.

¿Pero cómo se relaciona con el medio ambiente? Actualmente, el respeto a los Derechos Humanos es ampliamente aceptado como condición previa para el desarrollo sostenible, y se entiende que Derechos Humanos y el medio ambiente son interdependientes y están interrelacionados. Esta forma de entender el desarrollo sostenible es siempre enfatizada por diversos líderes, incluyendo el Papa Francisco. Desde luego, los Derechos Humanos no pueden asegurarse en un ambiente degradado o contaminado, haciendo imposible gozar de una vida saludable donde hay exposición a productos tóxicos y a agua contaminada. Es común que las áreas urbanas de peor calidad sean también las de peores condiciones ambientales, tales como las que están próximas a basurales, cuerpos de agua contaminadas y polos industriales.

¿Cómo podemos defender el derecho a un ambiente sano si no podemos siquiera garantizar el derecho a la vida? Esta difícil pregunta aplica a más casos de los que debería. Un claro ejemplo de este principio lo pude apreciar cuando visité la comunidad aborigen QOM durante la realización de mi tesis de ingeniería.

7. Principio de participación pública

Los Derechos Humanos incluyen también el derecho de los ciudadanos a participar en la formación de las decisiones y políticas que les afectan. Si bien varias declaraciones, tratados y convenciones han reforzado y elaborado estos derechos, el principio 10 de la Declaración de Rio de 1992 remarca claramente la importancia y sabiduría de brindar información pública de calidad y también alentar la participación pública:

“El mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos interesados, en el nivel que corresponda. En el plano nacional, toda persona deberá tener acceso adecuado a la información sobre el medio ambiente que dispongan las autoridades públicas, incluida la información sobre los materiales y las actividades que encierran peligro en sus comunidades, así como la oportunidad de participar en los procesos de toma de decisiones. Los Estados deberán facilitar y fomentar la sensibilización y la participación de la población poniendo la información a disposición de todos. Deberá proporcionarse acceso efectivo a los procedimientos judiciales y administrativos, entre éstos el resarcimiento de daños y los recursos pertinentes.»

A partir de esto, podemos resumir este principio en tres grandes categorías:

  • El derecho a saber
  • El derecho a participar de los procesos de toma de decisiones
  • El acceso a la justicia ambiental

Este principio ha ido acaparando cada vez más la atención en todas las cuestiones ambientales. Los ciudadanos debemos conocer los riesgos ambientales de las actividades que nos pueden afectar, para poder decidir si efectivamente estamos dispuestos a aceptar ese riesgo y bajo qué condiciones, o bien, para acudir a la justicia en caso de que se verifiquen daños.

Analizar los problemas ambientales bajo esta luz puede derivar en una serie de cuestiones de difícil solución. ¿Quién decidió llevar a cabo este proyecto? ¿Cómo y cuándo se hizo la consulta pública? ¿Qué pasa si aún, ante la falta de apoyo, las autoridades decides hacerlo porque es para el «bien de la nación»? ¿Cómo se diseña ese proceso de participación pública? ¿Es representativo?. El riesgo está en que hacer participar a las partes interesadas puede poner de manifiesto la oposición a un determinado tema, tal como sucede con innumerables proyectos de alto impacto como la minería o lo proyectos de explotación no convencional de hidrocarburos. Las cuestiones de poder son inevitables.

De todas maneras, tener en cuenta este principio desde la concepción de los proyectos y políticas públicas fortalecerá su licencia social y ayudará a lograr sustentabilidad en el largo plazo.

Conclusión

Luego de repasar estos 7 principios pareciera que es imposible pensar un proyecto o política pública que no viole alguno de todos ellos. Quizás ese ha sido el problema en avanzar efectivamente hacia el cuidado del medio ambiente, por no ser debidamente considerados. Por un lado, queda claro que hacerlo es una tarea sumamente difícil por un sinnúmero de razones, por ejemplo…

Por otro, es probable que en muchos casos no se pueda avanzar con un principio sin contraponerse a otro. La solución ideal no existe, pero si la óptima, que es la ideal menos las restricciones existentes (óptimo = ideal – restricciones). En estos casos, la participación pública cobra una importancia notable, para evitar que las decisiones no sean tomadas unidireccionalmente favoreciendo determinados grupos de interés. Por lo menos, que haya consenso sobre qué se está sacrificando.

Como dije en la introducción, la importancia de estos principios es que, si los usamos adecuadamente, nos permitirán ver un problema desde muchos lados para formular mejores preguntas y, en consecuencia, mejores soluciones, sean estas políticas, proyectos o productos. Está en nosotros definir los criterios operativos de cada uno. También, valiéndose de experiencias en distintos lugares del mundo, podremos tomar las mejores prácticas para adoptar los aprendizajes más relevantes a nuestro caso de interés.

Pese a la dificultad enorme del desafío de lograr un desarrollo sostenible, lo importante es no dejarse caer nunca en la frustración.


Este post ha sido basado en ideas y conceptos del libro de Sharon Beder “Environmental Principles and Practices: an interdisciplinary introduction” y en las lecciones desarrolladas por PhD Simon Allen en el curso Principles of Environmental Sustainability de la University of Edinburgh durante el primer semestre del año 2016.