La pandemia del coronavirus, que tiene en cuarentena obligatoria o voluntaria a millones de personas en el mundo entero, ha traído un inesperado debate a la escena pública: el trazado de un cierto paralelismo entre éste y la inacción ante la crisis climática. Me gustaría aprovechar este momentum para hacer un breve comentario y responder: ¿en qué se diferencia el problema del cambio climático con la pandemia del coronavirus?

En primer lugar, la crisis del coronavirus se puede atenuar y solucionar mediante medidas de aislación, distanciamiento físico y limitación del movimiento, es decir, haciendo lo posible para evitar las interacciones humanas físicas. Esto mismo es lo que están haciendo la mayoría de los países. Pero por otro lado, las medidas de este tipo tienen una incidencia negativa en la economía, ya que ralentizan gran parte de la actividad y afectan su dinámica natural.

En base a la experiencia de otras epidemias y el conocimiento científico disponible, se espera que en no mucho tiempo se superará el pico de contagio y, a partir de allí, todo irá paulatinamente volviendo a la normalidad. Desde luego, esto hará que la actividad económica vuelva al mismo nivel o incluso mayor, para compensar las pérdidas. Esto es lo que trata de representar la curva epidemiológica del coronavirus. Para el que aún no la haya visto, aquí está:

Curva epidemiológica del coronavirus (teórica). Fuente: diario EL PAÍS

Pero lo importante, y lo que quiero destacar, es que en todo este proceso no se requiere hacer ninguna crítica general al funcionamiento del sistema socio-económico, ya que los ojos están puestos más que nada en la capacidad del sistema de salud para contener a los enfermos y dar respuesta rápida en la implementación de las medidas. Allí radica la principal diferencia con el cambio climático.

La crisis climática no tiene a mano una solución inmediata de estas características como la que se está empleando con el coronavirus porque requiere un cambio más profundo y duradero en el sistema socioeconómico vigente. Por ejemplo, es difícil encontrar una solución que nos permita superar un problema fundamental como el dilema del crecimiento económico:

En palabras de Tim Jackson:

Así que estamos en una especie de trampa. Es un dilema, el dilema del crecimiento. No podemos vivir con él, no podemos vivir sin él. Desecha el sistema o destroza el planeta. Es una elección difícil. No hay mucho para elegir.

La relación entre las actividades productivas de la vida económica y la emisión de gases de combustión es bien conocida: a mayor nivel de actividad -> más emisiones -> más contaminación y mayor contribución al cambio climático. Lo opuesto es igualmente cierto. El caso del coronavirus nos sirve para demostrar este último punto ya que podemos comparar la concentración atmosférica de óxidos de nitrógeno (un contaminante del aire proveniente más que nada de los motores de combustión interna) sobre Italia y China entre Enero y Marzo de 2020, es decir, antes y después de las medidas de contención que afectan la economía:

No encontré un gráfico que muestre esto mismo para la concentración atmosférica del dióxido de carbono u otros GEI, pero no dudo que tardará poco en aparecer. Lo que debemos entender es que la baja de emisiones y de contaminación será momentánea mientras la actividad esté en gran medida parada, pero luego volverá a su estado normal, pudiendo incluso aumentar si la economía se reactivara para compensar el tiempo y ganancias perdidas. Esta situación es el dilema del crecimiento haciéndose evidente.

Lamentablemente, no contamos con una «bala de plata» que sirva de solución a este problema. Para poder superar esta compleja situación y lograr evitar que tanto la contaminación como el cambio climático sean el precio de la prosperidad, necesitaremos diseñar e implementar soluciones innovadoras en el plano de lo técnico, lo social y lo económico, incluyendo también la intervención activa de los principales actores sociales y no de un gobierno de manera unilateral. Quizás valga la pena cuestionarse humildemente si el sistema económico vigente es capaz de ofrecernos respuestas para este tipo de desafíos.

Por este motivo es que, como dije antes, las medidas para dar respuesta a la crisis climática deberán ser de mayor envergadura y, además, tendrán que ser de carácter permanente y no momentáneas, justamente lo contrario de lo que sucede con lo hecho para la contención del COVID-19. Replantear las reglas del juego y tener en claro qué juego queremos jugar.

No dudo que el abordaje para solucionar la crisis climática puede aprender algunas cosas de la crisis del coronavirus pero no creo que sirva como verdadera inspiración. ¿Por qué? Sencillamente porque estamos hablando de dos problemas de categoría diferente. Entonces, el paralelismo entre uno y otro sirve más para resaltar las diferencias que las similitudes y, sobre todo, para promover el debate.


PH: MIT Technology Review